Aquí va la crítica de Transformers: La venganza de los caídos colgada hace días en el portal Cine365.

“LA GRAN PELÍCULA-ZAPPING”
Vaya por delante que la primera parte de esta rentable franquicia me produjo sarpullido (ya le di candela por AQUI). Así pues, no acudí al pase de su segunda entrega con demasiados bríos. Quizás por ello he disfrutado más este segundo capítulo de “Transformers”, que viene a ser una especie de remasterización del anterior. Michael Bay ha insuflado hormonas al comienzo de la saga y ha creado el filme-zapping (cuasi)perfecto. La cinta arranca con un ritmo endiablado que, hábilmente, no deja pensar demasiado al espectador en sus dos primeros tercios de metraje. Imbuidos en las desenfrenadas escenas de acción, nos olvidamos de la esquemática historia, que viene a ser parecida a la anterior. Con el cerebro en modo “infantil”, el espectáculo se disfruta sobremanera, hasta que llegamos al desenlace de todo el grandilocuente cotarro. Entonces, incomprensiblemente, el pie de Bay deja de apretar el acelerador, su vehículo tuneado con brillantes latas de atún del caro va a trompicones y la conclusión del show se atraganta. La borrachera de imágenes pierde fuerza justo al final, cuando el guión resulta más torpe y aburrido. El tedio permite que nuestras neuronas recuperen actividad, despiertan atónitas, descubriendo el truco del almendruco.

Transformers” pecaba de un infantilismo sonrojante, característica de doble filo -¿cáncer o virtud?- extendida en el actual cine de evasión. Quizás por ello arrasó en taquilla, la excusa esperada, perfecta e inevitable, para dar luz verde a “Transformers: La venganza de los caídos”, el segundo ataque de una de las series más boyantes del último Hollywood, basada en los conocidos juguetes. Si ya está demostrado que la fórmula funciona, ¿para qué jamarse el tarro? Afortunadamente, los chistes de parvulario están rebajados en la nueva entrega, que confirma una clara tendencia en el actual cine-espectáculo: la película-zapping. El filme va mutando cual Transformer de celuloide. Empieza fuerte, desplegando toda la artillería pesada, remitiendo directamente a los momentos álgidos del primer episodio, con los robots haciendo de las suyas en medio de una batalla campal donde el ejército actúa de comparsa. De ahí, de una action-movie salvaje, que cruza “Godzilla” con cualquier cinta de marines, con explosiones a troche y moche, salta a la comedia de los años 80, se marca un momento “Gremlins” cibernético de aúpa que deriva hacia el cine estudiantil de siempre, donde irrumpen “Terminator” y “Species”. Así podemos continuar, destripando el largo largometraje (casi dos horas y media que mejorarían con un oportuno recorte), que no hace ascos a la aventura tipo Indiana Jones, al romanticismo exacerbado, incluso al terror trotón, los fotogramas bélicos y las buddy-movies. Un locurón. Bay ha juntado todo en una batidora cara, como si quisiera hacer la gran película para toda la familia que lo resuma todo, siempre dentro de los márgenes de la comercialidad.

La nueva acción se sitúa dos años después de los acontecimientos descritos atropelladamente en el primer capítulo de la saga. Shia LaBeouf, el protegido de Spielberg, vuelve a ser el protagonista, acompañado por una media naranja imposible, Megan Fox, una de las actrices con mayor futuro del momento, gracias a sus encendidas entrevistas y belleza imparable, al margen de sus movimientos frente a las cámaras (cuenta con momentos de pin-up total, deliberadamente conscientes). El chico busca la paz en su nueva vida universitaria, atrás quedan sus actos heroicos para salvar el mundo. Quiere volver a la rutina diaria, pero la batalla entre los Autobots y los Decepticons ha dejado huella y no tarda en volver a encontrarse en medio de una guerra entre robots gigantes, con el destino del universo en juego. La lucha entre el bien y el mal en pos del espectáculo, un torbellino ascendente de efectos especiales bajo las órdenes de un Michael Bay desatado que apunta al espectador medio, a un público potencial que los mandamases de la meca del cine sitúan en una edad mental irrisoria. La serie comenzó con un claro éxito de recaudación, pero poco ingenio en la trama, más allá del tour de force de FX. “Transformers: La venganza de los caídos” no se desvía de esa senda inicial, que no agrada a todo el mundo por igual. Lo ideal es acudir a la sala con el chip adecuado, el de niño, grande o no grande, bien colocado, como queda antepuesto. Que no haya lugar a dudas: vamos a ver un homenaje desproporcionado al cine de los años ochenta y sucedáneos, en una propuesta que probablemente recicla lo más obvio (y a ratos bochornoso) de una década que ha marcado demasiado el actual cine fantástico para todos los públicos, como ya ocurriera en “Transformers”, cruce vitaminado entre “Cortocircuito” y “Pequeños Guerreros”, donde las escenas de acción eran identificables viendo el filme en DVD abusando de la cámara lenta.

El cine caótico de Bay es impredecible. “Transformers: La venganza de los caídos”, a pesar de su ilógico bajonazo final y su argumento esquemático, va a ser una de las cintas del verano, se vean bien o mal las secuencias de peleas entre mastodontes de metal. Los chavales leen las imágenes de una manera diferente, esa debe de ser la respuesta al éxito desproporcionado de este tipo de producciones: aquí, por ejemplo, son capaces de encontrar la diferencia entre el trasero del robot y su espalda, aunque sólo se vea el plano de una chapa enorme ocupando toda la pantalla. El olor a palomitas alivia toda conciencia cinéfila.
BONUS EXTRA
Crítica de CORAZON DE TINTA en Cine365 pinchando AQUI.
