No apto para estómagos débiles
No son buenos tiempos para la incorrección política en el arte, el cáncer de la creatividad. La censura planea sobre muchas obras cinematográficas de género que han llamado últimamente la atención. Por ello hay que aplaudir doblemente la valentía de “Secuestrados”, una propuesta rodada con las vísceras cuyo visionado inquietará más de la cuenta a algún espectador con prejuicios. Miguel Angel Vivas se ha atrevido a filmar en tiempo real, con una sucesión de planos secuencia, el angustioso secuestro de una familia en su propia casa por unos desconocidos que emplean la violencia para presionar al máximo a sus víctimas con el cometido de sacarles todo el dinero posible. La cinta es tan salvaje como lo pide el tema que retrata. Directa y explícita, agarra al público por las tripas y el cerebro para zarandearlo sin miramientos. Exceptuando algunos momentos obvios, la película se revela como una de las apuestas más arriesgadas de nuestra cinematografía reciente, necesitada de experimentos y zarpazos como el que nos ocupa.
“El tema de esta película es el terror, el miedo absoluto y la violencia que lo genera”, señala Vivas. “Normalmente en una película contamos una historia; pero la idea aquí no es tanto contar una historia sino mostrar unos acontecimientos”. “Secuestrados” es, además, una producción modesta, joven y atrevida, con un casting entregado, incapaz de dejar indiferente a nadie, toda una virtud en los tiempos que corren. Desasosegante y frenética, no es, en absoluto, apta para estómagos débiles.
(Del GPS de EL CORREO, sin cortes)