Ja, ja, ja, ja, ja, ja!!! Lo siento, pero es que cada año me parto más, por no llorar, con los premios Goya. Ninguna sorpresa. Ninguna, porque nos temíamos que el corto rancio producido por Garci iba a llevarse la estatuilla cabezona que más nos llega a los blogueros de pro, lo que confirma que el sistema de votaciones de la Academia es propio de un geriátrico adicto al bingo.
Me quedo con la alegría de la lluvia de premios sobre AzulOscuroCasiNegro. ¡Enhorabuena, Dani! ¡Los traumas venden, amigos! ¡A por el siguiente! (que el cabrón ya tiene un nuevo corto bajo el brazo, quedan avisados)
También motivo de aplauso el merecido hostión de Alatriste, esa magna chapuza ibérica (aquí los académicos se han tomado la pastilla), y, por supuesto, mis felicitaciones a Guillermo del Toro, gran persona humana en todos los sentidos, un tío muy listo (Almodóvar va bien servido, no le hacen falta más flores). Resulta que un mexicano tiene que venir por estos pagos a defender el cine fantástico, que, si se hace dignamente, funciona, y mucho. ¡Entérense de una santa vez, señores productores! ¡Viva México, cabrones!
Sobre la ceremonia: Corbacho se ha lucido llamando porretas a Dani Martín y Nawja Nimri, borrachuza a Isabel Coixet, malvestida a Carmen Alborch… Bastante nula su improvisación, y los sketches que parodiaban las películas, tirando a cutres. Nada nuevo bajo el sol. Menos mal que a última hora Santiago Segura, más flaco que nunca, ha demostrado con cuatro frases quién debería presentar este evento cuya finalidad, aparte de dar bola al cine español (haw, haw, haw!!!), debería ser no aburrir a la respetable audiencia.
Lo dicho, ninguna sorpresa: un soberano coñazo, compañeros… Esto es más previsible que los Oscar, que ya es decir
Cabe reseñar lo artificial que resulta todo esto cuando uno lo conoce algo por dentro, por suerte o por desgracia. Tanto glamour de postal, tanto artista bien vestido por un día que está pasándolas putas para vivir de su trabajo, tanto cartón piedra, tanto alcanfor y tanta tontería, porque a la hora de la verdad gozamos de una no-industria maltrecha, anquilosada y despistada, que no hace la misma pasta que Hollywood amasa en un solo día ni por asomo. Esos sí que saben, nos guste o no, y no creo que sea porque visten mejor cuando salen por la tele.
Aunque, no voy a negarlo, siempre seré el primero en ir a la ceremonia goyesca y soportar el hastío cuando nominen a un compañero cercano, ¡qué cojones! ¡Y a aplaudir como loco! (que se va la vida en esto)
¡Todos a los Oscar!
P.D.: ¡cómo le gusta recoger premios a Julio Fernández!