Con motivo del lanzamiento de su libro Camisa de once varas, en 2003, tuve la inmensa suerte de compartir unas horas con José Luis Borau. Le entrevisté para EL CORREO en su oficina y disfruté mucho con nuestra conversación. Rescato aquí mi texto -notablemente extenso- como homenaje a un hombre de cine, uno de los grandes de nuestra historia, que, por desgracia, nos ha dejado recientemente, casi a la par que otro nombre mayúsculo, Tony Leblanc. Descansen en paz. Gracias por todo.
¿ESCRIBIR O RODAR?
-¿Uno de los problemas del cine español es la falta de grandes productores?
Hubo un tiempo en el que existían. Había productores que realizaban un tipo de cine abominable para la gente de mi generación que nos movíamos en el ámbito de la cultura, pero desde el punto de vista de la producción sabían lo que querían y lo que buscaban. Hoy en día eso ha desaparecido, y en el fondo es algo necesario. No hay una corriente equivalente a estos profesionales que ganaban dinero haciendo cine, invirtiendo su capital. Ahora, sin las subvenciones y las ventas a televisión, resulta imposible rodar. Por otra parte, hay pocos productores en España que se arriesguen, salvo Elías Querejeta y alguno más que se me escapa. Hay pocos que sepan realmente qué es lo que quieren hacer.
-Usted ha producido sus propias películas.
Sí, y no tengo la menor condición de productor. He producido todas mis películas, excepto las de mis comienzos, y no me convence, a pesar de que es una labor relativamente fácil. Lo más terrible que te puede ocurrir es que rechacen tu guión en las televisiones. Yo siempre he ido por libre. Cuando acertaba, ganaba dinero, y cuando no, que era casi siempre, desde un punto de vista comercial, daba un paso más hacia la ruina. Productores de verdad, de enjundia, de peso, no hay muchos.
-¿Disfruta más escribiendo o rodando?
Es diferente. Me explico, entendiendo a los actores que dicen que les gusta más el teatro que el cine, y que muestran mejor sus capacidades sobre las tablas. El escenario halaga los bajos instintos del actor. Hay una obra, un director de escena, un empresario, pero el actor es el que manda delante del público cuando se encienden las luces. Ese placer no se paga con nada. Al director le ocurre algo así cuando rueda. Te crees que eres Dios. Es un acto narcisista. Decides qué te gusta y que no, mandas órdenes aquí y allá, hablas con los actores, con el director de fotografía En la literatura eres más libre y más divino que en un plató, porque escribes lo que se te ocurre y ya está, pero no tienes el escenario. Estás delante del ordenador y la satisfacción del instinto bajo es menor.
-¿Cómo ve el actual panorama del cine en general?
En general, muy mal. He sido partidario del cine americano, hasta el punto de costarme durante años quitarme el sambenito. Yo sólo he tenido dos fuentes cinematográficas, el cine americano tradicional y el neorrealismo italiano. Todos los de mi generación, lo negásemos o no, somos parecidos en este sentido, pero hoy en día el cine americano no es nada. Hay algunos nombres que hacen una película cada dos años que pueden salvarse, como Woody Allen, Mamet o Jarmusch, pero estamos hablando de cinco o seis autores. Muy pocos, sobre todo teniendo en cuenta que estamos hablando de la industria más colosal, con todo el dinero del mundo, con todos los estudios, con todos los efectos, con todos los actores extraordinarios
-Se muestra muy indignado.
Sí, porque el cine americano dirige las pautas del cine a nivel mundial y es una birria. Y encima hay países de gloria cinematográfica que han desaparecido prácticamente. ¿Qué ha sido de la cinematografía alemana por ejemplo? Depende totalmente de la televisión. ¿Y del cine italiano que en su momento estuvo a punto de pisar los talones al de Hollywood? Todo está reducido a unas proporciones pírricas, habiendo sido tan importante. El cine francés es el que mejor vida lleva en Europa, pero sólo se aguanta en su país. Fuera pierde mucha fuerza. En conjunto, es muy poca cosa. Me gustan cuatro o cinco películas al año.
-Del cine español mejor ni hablamos.
Es una cinematografía en perpetua crisis, por razones diversas. Hace unos años nadie veía cine español, y luego hemos pasado calvarios como la censura. Exceptuando algunos directores como Berlanga, al resto nos costó mucho abrirnos camino y sufrimos la hostilidad de los productores. Actualmente tenemos unos actores y unos técnicos muy buenos, y algunos excelentes directores, pero el problema básico del cine español, si hablamos en términos industriales, es que las televisiones no apoyan realmente nuestro cine. Es todo mentira. La originalidad quizás no nos sobra, y talentos como Almodóvar o Amenábar son casos puntuales, pero el mayor problema es económico.
-¿Cómo se podría solucionar esta situación?
Replantear la colaboración entre los distintos medios. Es terrible ir a una televisión con una idea nueva y ver que no la entienden. ¿Quién está al frente del departamento de producción de los canales? La gente tiene que hacer heroicidades para buscar su hueco en este mundillo. Tienen que hacer cortos pagándoselos ellos mismos, pedir prestamos Algo agónico.
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