Hace unas semanas irrumpió en las redes sociales una de esas discusiones que se salen de madre, en este caso por la elección de un DIA DEL COMIC oficial, gracias al cual celebrar una fiesta en torno a una de nuestras grandes pasiones. Algo dije en su momento en respuesta a la polémica pero retomo días más tarde mi pensamiento como consecuencia de cercanos acontecimientos en los que es inevitable darle al coco. En mi caso, y en el de unos cuantos, afortunadamente, vivo un año del cómic desde que tengo uso de razón. El 1 de enero empezará otro, porque así lo siento, y así hasta que se me acabe el aliento. No hay jornada en la que no tenga algún tebeo entre mis manos, en la que no lea nada ligado al arte secuencial, aunque sea un post que analiza alguna noticia o título. No falto a presentaciones y todo evento en torno a la historieta a mi alcance, siempre que las circunstancias me lo permiten, forzando la agenda si es preciso. Ayudo a compañeros a abrirse camino, como ellos lo hacen conmigo, un comportamiento vital, esencial en los tiempos que corren. Organizo saraos que fomentan la lectura y apuestan por la difusión de un medio que necesita cariño. Escribo sobre cómic, firmo entrevistas a artistas y divulgo todo lo que puedo, desde este blog que llega más de un lustro en activo, publicando en periódicos, revistas y donde se tercie, con la finalidad de vivir intensamente lo que me gusta y apostar por fomentarlo 365 días al año.
Digo esto, quizás con un inevitable tono poco condescendiente, porque de nada sirve tirarse de los pelos por establecer una fecha que algunos parecen buscar para reafirmar su identidad. No veo absolutamente necesario que exista un número en rojo en el calendario a recordar porque cuatro frikis disfrazados de Superman o Batman salen bailando en los telediarios nacionales, algo contraproducente. No está como prioridad en mis intereses. Me parece estupendo toda iniciativa de apoyo a la historieta, pero la pelea está en el día a día y muchas veces, demasiadas, siento que nos olvidamos de ello, cayendo en discusiones estériles, creando conflictos innecesarios, reyertas intestinas, perdiendo el tiempo en detrimento de lo realmente importante. Porque, compañeros, por la cuenta que nos toca, no veo las charlas con autores en centros culturales a rebosar, por poner un ejemplo claro, ni las pequeñas tiendas de tebeos superpobladas, aunque sea para echar un vistazo. No hay aficionados comprando fanzines como locos empujando a los nuevos talentos. Se reclaman actividades centradas en el cómic para que luego siempre estemos los mismos. Cuatro y un tambor -¿dónde está el público joven?-. Y en estas cosas, sin querer extenderme en opciones, está también el día a día del cómic, la lucha real, aparte de, obviamente, leer, leer, leer, escribir y dibujar. Nuestro año de cómic está en nuestras casas y fuera de ellas. ¡Vamos a aprovecharlo!