cunia cine comic y otras hierbas

Pop Porn

Filed under: Bizarrismo TuTubesco,Caja tonta,Celuloide el Lunes, 29 de septiembre

Si hablamos de modos de representación audiovisual frescos, originales, que van encontrado su hueco en los últimos tiempos, afectando al lenguaje habitual del cine, y de nuevos canales de distribución, el género pornográfico ha encontrado en la red su hábitat natural. Las películas X al uso apenas se consumen, han sido sustituidas por un tipo de imágenes más cercanas al demandante. Escenas de sexo explícito donde despunta el POV (point of view), género en sí mismo, relevo del porno gonzo, ideado para implicar al máximo al espectador, como si éste interviniese en la escena, con el uso y abuso de la cámara subjetiva. Actualmente los beneficios del negocio de audiovisual subido de tono vienen más de las webcams. Los ingresos aumentan cuando la actriz que trabaja frente a la cámara, llamando la atención de los usuarios que pagan por conectarse y verla en acción, goza de mayor fama. La popularidad se la sigue otorgando las escenas que rueda para su divulgación previo pago, imágenes calientes que, inevitablemente, son pasto de la descarga ilegal. Como los cantantes y grupos musicales que aplauden la libre divulgación de su música porque se ganan la vida gracias a los conciertos en vivo y en directo, en el mundo del sexo virtual son conscientes del panorama reinante. La interactividad, con periféricos de por medio, es el siguiente paso en la cadena de explotación de uno de los mayores motores de la existencia del hombre. Porno transmedia. Existen webs donde el propio espectador construye su película X eligiendo los encuadres, el punto de vista, el tipo de actividad registrada, etc… Los aficionados también cuelgan su material, grabado por ellos mismos en sus hogares, el llamado porno casero, consecuencia de una demanda a dos bandas, el voyeurismo onanista y el excitante exhibicionismo, reflejo de la idea de espectador partícipe.

El excéntrico James Gunn, un tipo a tener en cuenta que se divierte dando vueltas de tuerca a los códigos de todo género que se le pone por delante, ha decidido aprovecharse de lo antepuesto y hacernos reír de calentón. En su webserie PG Porn (James Gunn, 2008-2009), disponible parte en YouTube –las piezas no censuradas- y en el site del cineasta, se ríe de los lugares comunes de la pornografía, cuyo hábitat natural actual es internet, como ha quedado claro. De amplia difusión en la red, tuvo su repercusión gracias a la temática y el indudable ingenio de su responsable. Los videos son fragmentos, aparentemente extraídos de un filme X, donde no hay sexo explícito en ningún momento, convirtiéndose en divertidos sketches donde tienen cabida desopilantes giros inesperados, números musicales, salpicaduras gore, entrañables momentos de apología del VHS, drops incluidos… En las imágenes, de estética cuidada, atendiendo a los tics del género, pilar fundamental de su gracejo, interactúan actrices reconocidas del mundo del porno, entre ellas las mediáticas Sasha Grey o Belladona, junto a nombres de series televisivas de culto como Buffy cazavampiros, Smallville o Firefly, entre otras.

PG_Porn

PG Porn es un ejemplo incendiario de material realizado directamente para su visionado en internet. La parodia funciona muy bien en la red. Si es de calidad, la comedia en general se erige como imparable viral. El propio Gunn, casi siempre con la ayuda de sus hermanos, bajo el sello de su productora The Good Guys, cuenta con otros proyectos en esta onda, entre ellos el piloto de la web sitcom Humanzee. Un delirio que formaba parte, inicialmente, de una serie de encargos de Microsoft a varios cineastas. El punto de partida era mezclar humor y terror en diversas piezas cortas para Xbox Live. La ida de olla de Gunn, cuyos comienzos en la Troma siguen latiendo en su cerebro iconoclasta, puso los pelos de punta a los subordinados de Bill Gates. La empresa censuró el episodio y el director de la estimable Super decidió huir hacia adelante colgando él mismo en la red, sin cortes, su loca propuesta. El microfilme, plagado de referencias cinéfagas, sirve de excusa para jactarse sin remilgos de las películas con mascotas humanizadas.

(texto rescatado del fanzine FUERZA VITAL)

¡¡¡ Comienza la temporada de baile !!!

Filed under: Autobombo,Music non stop,Saraos el Jueves, 25 de septiembre

Flyer 2MARY TUPPERWARE 26 Sep blog

Queridos malnacidos

Filed under: Celuloide el Martes, 16 de septiembre

No hay título que defina mejor la perversidad que puede esconderse bajo la piel de un tierno infante. “¿Quién puede matar a un niño?” lo dice todo en apenas un puñado palabras. Somos incapaces de hacer daño a un ser humano de corta edad, a un menor que apenas echa a andar, aunque se revele como un siniestro rapaz. Sin embargo, ellos, pequeños pero psicópatas, pueden sacarnos los ojos sin rechistar. Cría cuervos y atente a las consecuencias.

niño

El cine de horror y aledaños ha encontrado una interesante fuente de inspiración chapoteando en el lado oscuro del parvulario. El insigne Chicho Ibáñez Serrador exprimió a conciencia, no dejó escapar tan sugestiva materia prima, firmando una obra magna del género de terror. Nada puede dar más miedo, por real y cercano, que una inocente criatura ejerciendo el mal con crueldad. Sin Satán de por medio ni nada parecido. Sin razón aparente. El escalofrío se siente más cuando un pequeñajo malparido se come nuestras almas, se bebe nuestra sangre, dejando a la altura del barro toda mente retorcida adulta. La imborrable escena de la piñata humana de “¿Quién puede matar a un niño?” representa un sadismo atávico. Los mocosos golpean con fruición el cuerpo magullado del adulto colgado del techo por los pies. Se recrean en su agonía. El espectador  aparta la vista mientras se pregunta por la irracionalidad de ese inquietante tormento, de ese angustioso momento, aparentemente un simple divertimento para los pizpiretos churumbeles. El juego macabro de los malditos críos refleja algo que nos cuesta creer: somos malvados desde nuestro nacimiento. El cine que explora las raíces del mal así lo cree. Afortunadamente, unos menos que otros. ¿Seguro? Desazón.

baby-blood

La enferma protagonista de “Cromosoma 3” enviaba a sus pequeños monstruos a sembrar el pánico, niños con pinta de clones que surgían como respuesta somática a los trastornos mentales de su progenitora. La cinta de culto de Cronenberg cuenta con una imagen tan fascinante como estremecedora: una madre devorando a un hijo, mordiendo un feto sanguinolento, como el Saturno de Goya. Gore en estado puro. Mal rollo. Cualquier chico puede ser un demonio sin estar poseído por Belcebú. El terror está en casa. Entre nosotros. No tenemos que adentrarnos en los dominios del celuloide fantástico, ya sabemos que “La profecía” o “La semilla del diablo” –ese terrible título spoiler son dos clásicos incontestables, para encontrar mentes pérfidas que abandonan la placenta con modales desviados. Así lo defiende las hipnótica “Tenemos que hablar de Kevin”, de reciente cosecha. Un primogénito cabrón hasta decir basta, de mente maquiavélica, un sociópata en potencia, carente de escrúpulos, disfruta echando sal sobre las heridas. Degusta el mal ajeno. Como los protagonistas de “El buen hijo” o “Semilla de maldad”. Angelitos negros. En “¡Estoy vivo!” y “Baby blood” son bebés hambrientos. Caníbales de la humanidad. Nos comen antes de que los devoremos nosotros. Saturno al carajo. La chavalada matarife de “Los chicos del maíz” extermina a los adultos por razones obvias, igual que los niños risueños e hijoputas de “The Children”. En “Vinyan”, como en “El señor de las moscas”, se organizan sin los mayores, con sus propias reglas, tan duras o más que las de sus progenitores. Niños y adolescente antisociales con ganas de meter el dedo en el ojo, el puño en la llaga, los hay a patadas. No se les va de la cabeza matar al padre. Lo necesitan. ¡Lo necesitan! Lo más tremebundo es que la realidad siempre supera a la ficción.

(texto aparecido en el diario del festival de cine de Sitges)

Fragmentación audiovisual

Filed under: Caja tonta,Celuloide,Letrax el Martes, 9 de septiembre

Bienvenidos a un mundo donde se lee en diagonal, si se lee, y se mira igual. Vivimos en la era de la sobrecarga informativa. La atención que prestamos a una pieza audiovisual depende del vaivén del buffering y el empeño de nuestra vista. Si la carga del material a degustar nos hace esperar más de la cuenta, nos ponemos nerviosos y a otra cosa mariposa. Si el ADSL no se comporta como debiera, el link que hemos pinchado puede perder su oportunidad. La paciencia se mide en porcentajes de barra, programada en horizontal. Si se mueve lenta, mal vamos. Si crece con más arritmia que armonía, no hay derecho. Cuidado también con la duración del show ofertado. En milésimas de segundo nos ahoga el tedio ante la posibilidad de encontrar otra oferta de entretenimiento con un chasquido de dedos. De un lado saltamos a otro, sin rechistar, a golpe de cursor, y tiro porque me toca. Empezamos buscando un videotutorial sobre cómo descargar videos de YouTube y acabamos en un site repleto de fotografías inefables protagonizadas por familias americanas sonrientes cuyas vidas transcurren en los años 80. Han pasado 5 horas desde el primer click con una intención clara. O más. Nos perdemos en un mar de píxels. La dispersión nos embriaga. Concentrarse en algo concreto cuesta demasiado, cada día más, porque nos rodea el todo y la nada. Sufrimos tiempos de fragmentación. El cine padece especialmente esta terrible enfermedad vírica. Lejos de la sala oscura y de su ritual -siempre que seamos educados-, es un acto en desuso el hecho de ver exclusivamente una película delante del televisor, el ordenador, el iPad o cualquier otra plataforma, sin otra tarea entre manos que nos distraiga, grande o pequeña. Se lleva afrontar en paralelo varias labores a la vez que reclaman un mínimo de atención, dando como resultado la volatilidad casi total de lo que devoramos, martirizando la retina. Es imposible entrar en el juego de un cineasta y prenderse de sus intenciones, gozar con su voz en definitiva, si visionamos su obra mientras tuiteamos y tenemos otras ventanas abiertas. Si la propuesta del artista se aleja de lo meramente visual, de lo convencional, y no le dedicamos nuestro tiempo y energía con cierta lógica, es más que probable que no lleguemos a entenderlo. Un filme con un ritmo endiablado nos puede parecer un rollo si hemos parado el reproductor varias veces a lo largo del metraje para contestar whatsapps, comentar en las redes sociales lo que estamos viendo, con foto incluida, o, simplemente, levantarnos compulsivamente para ir al baño. Manda el zappeo mental rápido. Damos al play mientras cumplimos con las obligaciones del hogar o trabajamos frente a otro monitor situado en el mismo campo de visión. La creatividad de hoy debe luchar contra el caos multipantalla para conectar con el cerebro del espectador. Estamos en el centro de una tormenta de imágenes que jamás va a amainar. Valorar una producción a trompicones, alternando, sin darle al pause, la pestaña que le acoge con otras adyacentes, da alas al non sense. Somos trolls de nosotros mismos. Entes dispersos. Loading…

(columna aparecida en el nº 135 de la revista NEO2, aquí sin cortes)

Cartel Salón de Getxo 2014

Filed under: Garabatos,Saraos el Lunes, 1 de septiembre

En noviembre, los días 21, 22 y 23, tendrá lugar una nueva edición del Salón del Cómic de Getxo, cuya programación e invitados coordino. Ya ha visto la luz el cartel de este año, realizado por Emma Ríos. La propia autora explica, boceto a boceto, el proceso de creación de la  imagen de este año para el evento (pincha AQUI).

Cartel_SalónCómicGetxo_2014_blog

El congreso

Filed under: Celuloide el Lunes, 1 de septiembre

the-congress

“El congreso” mezcla animación e imagen real al servicio de un relato imaginativo que mezcla drama y ciencia-ficción. Detrás de esta co-producción europea está Ari Folman, responsable de la sugestiva “Vals con Bashir”, de obligado visionado. Basada en la novela “Congreso de futurología”, de Stanislaw Lem, la película se programó, con buena acogida, en el pasado festival de cine de Sitges, siempre a la última, apostando por un abanico de miradas cinematográficas entre las cuales funciona esta propuesta inusual que se deja llevar por la fantasía en la forma para arropar un discurso fatalista. La exquisita Robin Wright encarna a una actriz de éxito, ella misma, a la que proponen comprar su imagen como si firmase un pacto con el diablo. Al vender los derechos su identidad, convenientemente escaneada, puede ser utilizada digitalmente por el cliente a su antojo. A cambio le ofrecen una cantidad de dinero desorbitada y la posibilidad de mantenerse siempre joven en las pantallas. Una atractiva premisa que se pierde en los mares de Matrix en su discurso mientras ofrece un espectáculo vibrante cuando entran en escena los cartoons. Un festival de dibujos animados fuera de lo convencional.

(texto informativo aparecido en EL CORREO)