Fin de semana hiperactivo, de esos que certifican que la vida, si se vive con intensidad, se disfruta más, por supuesto, pero también se fulmina más rápido vuela
Inaugurada la temporada de cañas&tapas en exterior día, entre citas gastronómicas de exótico espíritu, liadas con nocturnidad y alevosía, paseo matinal por el rastro coronado con degustación de sardinas y un largo etcétera, entre risa y risa, las dos actividades más esperadas del largo weekend fueron la visita a la exposición de Bacon en el Museo del Prado y el concierto dominical de The Killers.
La muestra de Bacon, sublime, perturbadora, inquietante Este hombre pintaba a cuchillo sobre el lienzo. Echaba los restos. Sangraba. No faltan en la expo madrileña alguna de sus obras míticas, como el tríptico sobre la crucifixión. De imaginería atormentada, influenciada por el arte cinematográfico, la fotografía rebuscada, la anatomía desatada y sus vivencias en un mundo bélico, siempre caminando de puntillas por el lado salvaje, con la elegancia de un dandy decadente, pisoteando convencionalismos, explorando el lado oscuro de eso que llamamos ser humano, el singular Bacon convertía el óleo en carne con fieras pinceladas que no dejan indiferente.
Lo más inquietante del paseo por delante de la colección mayúscula de escalofriantes (y sugestivas) imágenes fue, no obstante, observar de reojo el tránsito del variopinto público congregado, algunos con la mirada perdida o estupefactos. Como si fueran los pasillos de El Corte Inglés estaba el tema. Algunas familias con niños, incluso carritos con bebé incorporado. Pero no iban a ver una propuesta al uso. El reclamo del Museo del Prado con este tipo de exposiciones, grandilocuentes, hace que se formen colas pobladas por mucho turista accidental, incluso dominguero, que va a ver lo que le echen porque hay que ir y sale en los telediarios
Pero Bacon no es Velazquez, o Goya, que, aunque también tengan lo suyo (después de Bacon tocó un repaso a las goyescas pinturas negras), no impactan tanto al personal, más acostumbrado a ver sus cuadros aquí y allá.
¿Por qué me embarqué en ver a Bacon un puente? Porque venía visita de colegueo el finde a casa, y uno es vago para estas cosas, se motiva más con acompañamiento. Me alegro de la jugada, por ver un doble espectáculo, la magnitud del trabajo del pintor y el estudio antropológico de regalo, un extra impagable, con desopilantes frases cazadas al vuelo como “Venid, venid por aquí, que hay algo de color” o “Bah, este tío se inspira en Silent Hill”. Algún crío tendrá todavía pesadillas y mirará a sus padres con recelo. Uno se imagina la misma estampa en otras disciplinas, como, por ejemplo, el cine. Se vuelve a estrenar “Cromosoma 3” de Cronenberg en una sala de un centro comercial, a bombo y platillo, y la peña acude en tropel sin saber bien con qué se va a encontrar. Cualquier cinta del director de “Inseparables”, o de Lynch, Buñuel Por citar nombres algo conocidos. Tremendo.
Sobre THE KILLERS, puedo decir que me lo pasé en grande en el concierto, pero no flipé tanto como la muchachada que gritó y vibró con el comienzo del show, “Human” a tope, el single del último disco, que es bastante hortera en general. Para algunos se acabó ahí el espectáculo. Estoy bastante de acuerdo con ESTA CRÓNICA de El País. Les falta un hervor. Sigo siendo rockero, lo de joven no lo discuto, haw, haw, haw!!!