Pe se llevó un Oscar por su trabajo en la más que discreta peli de Woody Allen, pero que le quiten lo bailao. Nuestro querido Mickey Rourke se quedó con las ganas, va a tener que aumentar la dosis de botox. Una pena, aunque Sean Penn es otro monstruo incuestionable. El que debe de tener una sonrisa perpetua tipo denticlor es el señor Danny Boyle, al que le ha tocado la lotería. Aún no me había dado tiempo a citar por aquí Slumdog Millionaire, la vi la semana pasada antes de los Oscars, para no ir con mucha idea preconcebida, y no me caí de culo, la verdad, más bien todo lo contrario. Es de agradecer que triunfe una película de presupuesto modesto, dentro de los cánones hollywoodenses, pero el último filme del responsable de Trainspotting, de trayectoria tan curiosa como irregular, es ¿una americanada? Un inglés se fue a la India a rodar una película de espíritu USA. La jugada le ha salido bien, pues la cinta casi ni se estrena en los cines, y ahora figura entre las diez más premiadas de la historia de las preciadas estatuillas doradas, pero no estamos, ni mucho menos, ante una obra magna, de quitarse el sombrero.
Slumdog Millonaire tiene buenos momentos, empieza muy Oliver Twist, y complica la trama con el truco del concurso para insuflar energía a la narración y que ésta sea más entretenida. Sin duda, el filme gana enteros con esa apuesta por los flash-backs, la estructura es llamativa, aunque no es difícil adivinar lo que va a pasar en todo momento. No es una mala película, pero tampoco la más increíble de la temporada. De realización más bien atropellada, los personajes se desdibujan a medida que avanzamos en la acción, cuyo ritmo equilibrado -a ratos reposa, a ratos da un buen tirón- es lo más destacable de una propuesta que bascula acertadamente, entre la intriga y el drama social, pero regala al espectador un final bobalicón y un mensaje excesivamente maniqueo. Muy moña, ¿no?