No hay mes en el cual no me toque, afortunadamente, moderar o participar en alguna presentación o mesa redonda, generalmente sobre cómic, cine, o las dos cosas, mis grandes pasiones. Llevo tantas charlas a mis espaldas que suelo acudir a más de una solamente con un lápiz de Ikea -o similar- en el bolsillo y un cuadernillo de mano –o papelillos arrugados- donde apunto antes del acto algunas ideas a debatir. No soy de prevenir la historia en exceso ni desarrollo toneladas de preguntas a priori. Creo que una preparación puntillosa mata la naturalidad. La improvisación es importante para crear un diálogo divertido, dinámico e interactivo. Más de un ponente, que no me conoce en persona con anterioridad, se ha asustado (un poco) al ver que no llevo kilos de folios debajo del brazo cuando llego a la convocatoria. Evidentemente, no es lo mismo conversar con un solo interlocutor sobre su obra, grande o pequeña, que intercambiar palabras con varias personas en base a un tema amplio. Como son ya unos cuantos los que me han pedido consejo sobre cómo moderar aquí o allá, escribo a continuación algunas ideas que defiendo sobre cómo llevar bien un fértil diálogo en público, sin ánimo de sentar cátedra. Aprovecho la coyuntura para agradecer su complicidad a todos aquellos autores con los que he compartido buenos momentos en este tipo de actividades. Citas indispensables para entender mejor el trabajo de muchos artistas, críticos o pensadores y su filosofía de vida.
-Recomiendo sintetizar en la presentación del autor o ponentes, que sean unas palabras directas y agradables, sin pasarse de alabar al contertulio. El ombliguismo y “chupapollismo” nunca son buenos. Hay que controlar los niveles de ambos pecados, todo un arte, con la humildad por bandera.
-Ante todo, modestia. El moderador nunca debe estar por encima de sus compañeros de mesa. No debe adquirir protagonismo, a no ser que sea un presentador activo, detalle fijado de antemano. Veo oportuno, por ejemplo, sentarse a un lado cuando hay varios ponentes. No ser el centro de atención, especialmente cuando se conversa con algún autor de trayectoria algo desconocida. Siempre ha de sentirse cómodo. Que se respire respeto.
-Dar pie a cierta improvisación. No llevar demasiado preparado, buscar la naturalidad… Conviene tener material por si las moscas, sin obsesionarse por ejecutar todas las cuestiones esbozadas a priori. En definitiva, llevar algunos apuntes sin pasarse. Más valen unas líneas contundentes, afinadas, que un tropel de preguntas sin ton ni son dispuestas a ser escupidas, nerviosas en la casilla de salida. (continuar leyendo esta entrada )