Dos directores de culto, malditos a su manera, de sugestiva filmografía y vida excéntrica, se unen en un biopic inusual. “Pasolini” retrata, a medio camino entre la realidad y la imaginación, el último día de un genio esencial en al cultura del pasado siglo, antes de su muerte absurda a manos de unos desaprensivos. Abel Ferrara, responsable de “Teniente corrupto” y “El rey de Nueva York”, dos piezas referenciales, firma la dirección de un sentido homenaje al inefable Pier Paolo Pasolini, poeta y cineasta al que interpreta en la gran pantalla un Willem Dafoe exuberante. El parecido físico del conocido actor asusta, al margen de su excelente reencarnación de las maneras y modales del controvertido artífice de una película necesaria que no deja de despertar filias y fobias: “Saló o los 120 días de Sodoma”. Completan el reparto Ninetto Davoli (“El Decamerón”), Riccardo Scamarcio (“La mejor juventud”), Valerio Mastandrea (“La prima cosa bella”) y una recuperada, siempre enigmática, Maria de Medeiros.

“Pasolini” pasó por la Sección Oficial del festival de Venecia y pudo verse en San Sebastián en una de sus secciones paralelas. La crítica acogió con cariño una propuesta inusual, que apuesta por un acercamiento apasionado a la figura del artista italiano, con momentos de onirismo que fusionan la obra del mismo con sus vivencias. El filme transcurre en Roma, el 2 de noviembre de 1975, cuando Pasolini fue asesinado al anochecer, supuestamente de una paliza en la playa. Sus escritos y propuestas cinematográficas eran objeto de grandes polémicas. No ocultaba su ideario político ni su intención de agitar conciencias, lo que le llevó a gozar de un gran número de seguidores entusiastas y a sufrir una legión de detractores enfurecidos. Estandarte de libertad, su legado pervive y debe ser reivindicado más que nunca.

(texto publicado en el suplemento GPS de El Correo)