La primera en la frente
Ayer coincidí con el insigne Jesús Palacios, gran conversador. Delante de un chuletón de carne argentina (quizás humana) departimos sobre lo divino y lo humano. Sin sacar personalmente el tema me confirmó la rabia de uno de mis anteriores posts: Madrid está pasando por un momento lamentable, a nivel cultural y humano. Por supuesto, hablamos mucho de cine, y salió un tema que alguna vez ha pasado por AQUÍ.
El cine europeo siempre se ha caracterizado por ser mucho más visceral que el americano, por ir más allá, por sacar las tripas sobre la mesa, incluso por experimentar con el medio con todas las consecuencias. Evidentemente, el cine de género era el motor de la discusión. Ambos hablamos de la Hammer, de las pelis de exploitation italianas, de Argento, del spaghetti western, de las primeras películas de Saura y compañía… La conclusión fue clara. Mientras los americanos se empapan de las barrabasadas y hallazgos made in Europe y lo adaptan todo a su favor, mejorándolo en muchas ocasiones, aquí nos queremos parecer a ellos, a lo peor de ellos. Gran parte de la nueva generación de realizadores autóctonos que alabamos, que son nuestros amigos y queremos que triunfen…
¿por qué son tan blandengues?
Hasta los galos son más crudos y menos academicistas y ortodoxos. Se ponen a hacer terror y hacen cosas como “A l´ínterieur”, de la que ya hablé AQUI…
Gente como Tarantino, por citar un nombre conocido inmediato, fusila hábilmente a los directores orientales y europeos, renueva el cine, mientras por estos lares estamos encantados de que nuestras pelis puedan acercarse remotamente al look de las de Spielberg. Un esfuerzo absolutamente baldío, porque nunca tendremos sus medios. Y los autores que cruzan el gran charco se ven obligados a afrontar encargos con escaso sello de identidad. Nuestra personalidad se pierde, lo nuestro siempre ha sido el esperpento, la mala leche, el tocar los cojones…
Repito… ¿por qué nos estamos ablandando?
P.D.: he querido ser políticamente correcto, por eso utilizo la palabra ablandar como eufemismo, aunque me gustaría decir… ¡BASTA YA DE MARICONADAS!
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