Me he visto en la obligación de escribir algo sobre lo acontecido el pasado viernes en el esperado evento Cineshock (escrito con C, no con Z, como el cojofanzine oscuro y brutal donde Jaume Balagueró hizo sus primeros pinitos morbofestivos).
Yo estuve allí, fui uno de los pobres perdedores que se quedaron fuera, descompuestos y sin entrada, haciendo cola como si estuviésemos en una nevera, como en Rock in Río delante del stand de Burger King. Afortunadamente fui de los que llegó una hora antes del evento, y tenía planes nocturnos alternativos, con lo cual no me dio por llorar, pero amanecí con el orgullo herido y la risa floja, sensaciones que afloraron al leer los múltiples comentarios sobre el tema en la red (por ejemplo AQUÍ).
Fui uno de los que recomendó el evento desde este blog y a través de facebook, con lo cual uno está en su derecho de sentirse utilizado cuando aquello era un jodido despropósito. Me pica aquí la (de)formación profesional, mucho sarao a mis espaldas, y muchos marrones que me he tenido que zampar, dando la cara ante el personal cuando las cosas no han salido como debieran o uno quiere. Sin embargo, el pasado viernes allí no salió a disculparse nadie, más allá de asomar el hocico por la puerta para que les escuchase el cuello de su camiseta de marca (y con el cubata en la mano).
Cuando uno descubre que ESTO está detrás, y ESTO (toma desfile de moda cool es culo) había dentro del apoteósico festival (si te lo has perdido, no estás en la onda, chaval), ata cabos y entiende la jugada. Va una teoría: una empresa privada que quiere lavar la imagen de una futura zona comercial decide ir llenando al barrio de moderneces para que al cosa parezca otra. Toca que alguien recuerde que el edificio de los Cines Luna está vacío, abandonado, esperando ser comprado para poner algo goloso económicamente hablando. Así pues deciden montar un mogollón mediático y surge la oportunidad cuando a alguien se le ocurre la brillante idea -las cosas como son- de montar una sesión golfa como en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián o Trash entre amigos (fenómeno que queremos exportar a la capital desde hace tiempo). Una iniciativa más que apetecible, que muchos extendimos por las redes sociales, tan de moda últimamente.
No nos engañemos, en Madrid hay todos los fines de semana mucha gente organizando cosas interesantes, nos gusten o no, pero los medios no hacen ni puto caso. No va Telemadrid a grabar el acontecimiento, por ejemplo. No sale la noticia tan a saco (y a cualquier pardillo no nos iban a dejar los Luna por la cara), pero aquí interesaba, interesaba
Sí, nos quejamos, somos unos lloricas, nos gustaría que se nos hubiese ocurrido a nosotros, pero han sido más listos, aunque a priori no sea gente relacionada con el tema, tienen patrocinadores y la sartén por el mango. Un aplauso para ellos, encantados, que hagan el paseillo El problema viene cuando la fiesta ya está montada dentro del garito mientras fuera hay mucha gente queriendo entrar DE VERDAD. La molestia viene porque no se puede dejar a cientos de personas, el público potencial real, pasando frío fuera para hacer la foto y que lo graben las teles con el objetivo de que los patrocinadores estén contentos y suelten más panoja. Un hecho: llegaron a pegar carteles para la foto, de fondo, con el pegamento fresco lucían bajo los flashes mientras el personal concentrado se preguntaba qué estaba pasando cuando la cola no avanzaba en absoluto. Entraron unos pocos afortunados, o eso dicen Si sabes que no va a entrar nadie, porque los elegidos llevan tiempo dentro dándole al frasco, es muy feo, una falta de respeto, dejar a la gente fuera bajo las inclemencias del tiempo. Entró la prensa, sí ¿Qué prensa? Veo veo bloguero de tendencias (con ganas de salir en la foto)
Hay que dar la cara, comerse el marronazo. Aún recuerdo, ahora con gracia, cuando un grupo de señoras de avanzada edad me zarandearon en Peñíscola cuando dirigía su festival porque querían entrar a ver a Curro Jiménez (léase Sancho Gracia) en una rueda de prensa, o cuando protestaban cara a cara con los directores porque poníamos cortos, “esas mierdas”, delante de las películas Y los fans fatales en las colas para firmar en el Salón del Cómic de Getxo Que te agarren por banda es ya un clásico. Va con los gajes del oficio. Afortunadamnete, también hay mucho ser humano racional que agradece tu esfuerzo o te regala una crítica constructiva en el meollo.
Vaya por delante que apoyo totalmente este tipo de iniciativas. Si sigue adelante, espero que limpien su imagen. Yo no creo que vaya. La sensación que han dado es la típica de “otra fiesta petarda, de pijomodernos que no dan un palo al agua”, esta vez con la excusa de la cinefagia, un tema que hay que tomárselo más en serio desde el punto de vista organizativo. La próxima vez, si hay tan poco aforo y tus colegas no se van a perder el vodka gratis, no lo anuncies tanto, reparte invitaciones, controla el aforo como mandan los cánones.
Sobre los presuntos disturbios que se montaron en la puerta de los cines: me da risa. Cánticos folcloricos entre colegas de fiesta. Al final alguno hasta hicimos amigos, tomándonos a chufla la gran estafa, y la que se está liando después está siendo muy divertida (atención a ESTE video). En este país parece que no se puede protestar por nada, salvo que prohiban el botellón. Y lo que las redes sociales magnifican, también tienen derecho a poner EN SU SITIO.
Al final, esto es como cuando uno encuentra camisetas de los Ramones, o con motivos comiqueros, en las tiendas de Inditex. Después del asombro, llega el chiste fácil y la asimilación del estado de las cosas. En el fondo, nosotros sabemos qué queremos, nadie nos dice lo que tenemos que hacer -momento de engreimiento- y, en este caso, el sino era perderse Demons para seguir con la conciencia tranquila y la cinefagia bien entendida. Cineshock probablemente mola (me lo perdí, me embriaga la envidia cochina), pero ha llegado tarde y averiado. Si me equivoco, que alguien me corrija. Sin problemas.