Déjà Vu
Manda cojones. Sale una foto de un par de freaks del Salón del Cómic de Barcelona ilustrando un artículo de EL PAIS y ahí estamos el maxicolega Rubén Lardín y el que esto escribe, trasteando en el stand de Glénat en busca de novedades que gorronear. Mira que había gente ahí metida, y nos roban el alma a nosotros. ¡No es un posado, leñe! Ni nos enteramos del disparo, quizás porque andábamos cual zombies por los pasillos de un evento al que somos adictos sin saber muy bien por qué.
Llevo muchos años visitando el Salón y probablemente he perdido la objetividad. Para enterarse bien de lo que ocurrió por allí el largo fin de semana lo ideal es que los más interesados os paséis por La Cárcel de Papel. Por mi parte puedo decir que, a pesar de que el personal se está deshaciendo en elogios sobre los nuevos aires del evento, a mí me pareció más de lo de siempre. No hay quién se crea esa cifra de visitantes que cada año va a más. Se ven obligados a aumentar las cifras de asistencia para confirmar el éxito en cada edición, pero la cosa ya canta demasiado. Los que estuvimos allí sabemos que no había tanta gente como otros años, y el nuevo emplazamiento, aunque más grande, se antoja, de momento, más frío y oscuro que la entrañable estación de Francia. El ambiente, muy soso. Predomina la chavalería disfrazada y se ven cada vez menos aficionados talluditos, que son los que compran. El precio de los stands sigue siendo un escándalo, y habría que preguntar a más de un expositor si se siente bien tratado por al organización. No voy a dar nombres.
Sólo asistí a una mesa redonda, sobre cine y cómic, y fue bastante floja. Poco se habló del tema en sí, a pesar del peso de los participantes. La cosa se quedó en meterse con la invasión del manga, un tema tan manido que se ha vuelto una caricatura (hay que ver el último tebeo de Asterix, puf!). Las exposiciones, tan interesante como siempre, pero hubo un tiempo en el cual la dirección artística estaba más suelta, quizás por razones de presupuesto. El Salón de Barna es un mal necesario, y este año se ha agradecido el aumento de su presencia en medios, pero a uno le sigue quedando la sensación de que falta algo… que quizás nunca tuvo.
Lo mejor, ver a esos compañeros de fatigas que ves de año en año, y ese merecido Premio al Mejor Fanzine al amigo Ricardo “Cabezabajo” Mena. ¡Un fuerte aplauso!
P.D.: ¿Por qué no cambian de una vez el concepto rancio de la entrega de premios?