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Sobre la escritura de cine (y más)

Filed under: Letrax,Palabrería mística el Lunes, 24 de junio

Cuelgo también en el INFRAblog un texto que se publicó la pasada semana en LAS HORAS PERDIDAS.  Trato de hablar -desde mi experiencia, sin ánimo de generalizar, sin rechazar la inevitable subjetividad- del ejercicio de la crítica cinematográfica actual, de las ventajas e inconvenientes de escribir a día de hoy sobre cine (extrapolable a otras labores).

“A VECES JUNTO LETRAS”

Una experiencia sobre el ejercicio de la crítica cinematográfica (analógica y digital)

Tras la avalancha desproporcionada de iniciativas fanzinerosas en papel que se copiaban unas a otras, quemando los temas novedosos a marchas forzadas, el boom de las publicaciones alternativas de los años noventa se desinfló, aunque todavía aguantan algunas cabeceras veteranas, nacidas contra el tedio por aquel entonces, incombustibles y guerrilleras, mientras surgen iniciativas renovadoras que apuestan por una tradición mancillada por el auge de la cultura digital, asimilando sus virtudes a modo de militancia. Existen mentes románticas que no abandonan la grapa y la fotocopia, dando lugar a una corriente sugestiva que ve algunas de estas nuevas publicaciones como un objeto artístico, especialmente en el terreno del cómic y la ilustración. A finales del pasado siglo, que en el fondo fue ayer, a pesar de cómo suena, el ordenador doméstico y los programas de diseño al alcance de todos vistieron de aparente lujo las otrora modestas páginas de las publicaciones más significativas echas por y para el aficionado. Más de un avispado quiso convertir su panfleto especializado en una revista al uso, olvidándose fácilmente de la famosa etiqueta “sin ánimo de lucro” inherente al espíritu fanzinero. La irrupción absoluta de Internet y la explosión de la prensa gratuita dio el tiro de gracia a una filosofía, ahora reivindicada superficialmente por su look vintage: la maquetación de recorta y pega y el delirio tipográfico. Muchas plumas de nuevo cuño se decantaron entonces por explayarse directamente en las revistas de tendencias sin pasar por la casilla de salida. El trabajo lucía más, aunque fuera el mismo, y gastarse los ahorros en la imprenta era, y es, cosa de locos pudiendo colgar el material en la red instantáneamente y llegar diariamente a cualquier punto del planeta Tierra con una mínima conexión ciberespacial, vocablo en desuso.

2000 MANIACOS

¿AL GRANO?

Aguantan de aquella época analógica, de underground y lujuria, propuestas excepcionales, resistiendo ahora y siempre sobre papel, como es el caso del incombustible 2000 Maniacos”, en pie de guerra desde agosto de 1989. Este símbolo canalla del periodismo de trinchera, capitaneado por Manuel Valencia, cuya pluma se ha extendido por innumerables títulos, es una de las pocas publicaciones independientes que aún colea impresa. Sus pringosas páginas -dedicadas al gore, el porno y las cult-movies fantaterroríficas- han creado escuela. A Manolo le debo mucho. Le debo el hecho de escribir y publicar, o al menos el hecho de recordarlo, porque hacía tiempo que no le daba a la caligrafía a conciencia tras publicar algunos cuentos infantiles en la revista del instituto. El fue quien me pidió un texto por primera vez para un proyecto de estas características, emergente sin quererlo. Me carteaba con él -no existía el e-mail, dato importante-, porque solía dibujar goreñecos para decorar textos del fanzine, o le retocaba con rotring las portadas maquetadas a mano sobre cartulinas –apología del uso del pegamento en barra- que me enviaba por correo postal –añadiendo sangre a las letras y garabatos varios-, devolviéndole raudo el material convenientemente customizado por la misma vía antes de que entrase en ¿máquinas? Este proceso artesanal, léase darle a las manualidades, era parte del juego, y lo disfrutábamos igualmente, como en un grupo de terapia. Costaba ver la publicación final, quizás por ello te partías el pecho para dejar tu sello y gozabas con cada detalle con amor irracional, sin un plan maestro detrás más allá de la diversión y el aprendizaje. Ninguno pretendíamos ganarnos las lentejas con tan subterránea iniciativa. No imaginábamos el futuro de ninguno de sus colaboradores.

Un día tonto le comenté a Manolo, en una carta escrita a mano con lápiz Staedtler, que había estado de figurante en el rodaje de “Acción Mutante”, sin duda para despertar envidia. Fue una de las mejores anécdotas que me pasaron estudiando la carrera, encontrarme con un cartel fotocopiado invitando a hacer de extra -se me ve de espaldas- en una película perpetrada por una cuadrilla con una pedrada en la cabeza similar a la mía. El capo del “2000 Maniacos” me insinuó si me veía capaz de escribir algo divertido, un pequeño reportaje desenfadado, sobre la experiencia vivida y ataqué sin pensármelo demasiado. En una época en la cual me alimentaba de este tipo de referencias, autóctonas o foráneas, y de originales cabeceras como la primera etapa de “Fantastic Magazine” (gracias, Jordi Costa & Co.), antes de que la quisieran convertir irracionalmente en la “Super Pop”, para mi fue un lujo debutar y entrenarme de esta manera. Así fui esculpiendo un criterio personal, acorde a mis gustos y estudio. Leía mucho, probablemente demasiado, en la biblioteca de la facultad -apenas iba a clase, ahora lo puedo decir-. Libros en el idioma que me echaran, sobre cineastas desconocidos que pasaban a engrosar mi cultura audiovisual, siempre en expansión, ahora por  deformación profesional. Me buscaba la vida, como todos por aquel entonces, para nutrirme de aquello que me fascinaba. Intercambiaba por correspondencia cintas VHS con películas difíciles de ver, grabadas de video a video, cargadas de drops, de interferencias, ahora símbolo de modernidad. Enviaba cartas al director a los periódicos para cultivarme en la escritura –probablemente de ahí viene mi agrio carácter cuando junto letras-, reivindicando el cómic como un arte, cagándome en los Oscar y otros pecados de juventud. Le daba a la máquina de escribir y al typex como un poseso, en lo que veía como un aprendizaje sin fin. En el cine-club de mi pueblo no faltaba a ninguna cita. Degusté ciclos maravillosos y pude dialogar con más gente, en público y en privado, con diferentes puntos de vista. Comparar y aprender. El cine-fórum, un lujo.

Subter

Después del “2000 Maniacos”, con los que contacté gracias a un anuncio en las páginas del “Zona 84”, cuando no había otra manera de anunciarte, aunque llegabas a la misma gente, los realmente interesados, vino “Subterfuge”, otro pilar fundamental en mi trayectoria –thanks, Carlos-, y me llamaron para entrar en el “Quatermass”, La Comictiva”, “Kabuki”, “Invasión!” y demás publicaciones en la línea, ahora probablemente olvidadas, el alegre fandom de aquel entonces, lo que ahora puede ser la infinita blogosfera. Recién licenciado en Bellas Artes, llegó mi intrusismo total en la prensa escrita de la mano de conocidos periódicos, en cuyas páginas no he dejado de colaborar semanalmente. Digo intrusismo porque no he estudiado periodismo y nunca se me pasó por la cabeza vivir –en parte- de escribir en los medios. Cuando alguien me pregunta sobre esta historia, siempre respondo lo mismo: mientras algunos jugaban al mus en la cafetería, una opción libre e igualmente beneficiosa en otros aspectos, el que esto escribe se especializaba sin quererlo. Me adentraba de lleno en un mundo a explorar. Volaba de la mano de mis pasiones, el cómic y el cine, fuentes de inspiración sempiterna. Sin un fin material.

Intercambiando fanzines, visitando festivales con mis ahorros dando clases de cómic o lo que surgiese, conocí de primera mano a los críticos y autores que admiraba, esperando que algo se me pegase. Paralelamente, había montado algunos saraos en la universidad, maratones de cortos, cuando no había otra manera de ver cierto material audiovisual… Propuestas con buena respuesta de público que, posteriormente, derivaron en eventos de mayor producción y calado, consolidados, como el Fant o el Salón del Cómic de Getxo,  y en citas ya extintas que supusieron un lugar de encuentro de artistas ahora reconocidos, como Peñíscola, Mostra Cómic o el DSFF, entre otras. A mediados de la pasada década me hice bloguero, como un paso natural, hasta estos días.

ME DEJO DE TONTERIAS

Viene toda esta prosa nostálgica al caso, mi querido bagaje al fin y al cabo, para aportar algunos datos, un poco de historia resumida, para situarnos y diseccionar con cierta perspectiva, desde la subjetividad, no queda otra, el actual momento del ejercicio de la crítica en general y la cinematográfica en particular, tema del que me apetecía juntar unas líneas desde hace tiempo. Para afrontar tan enérgica tarea he recopilado algunas notas con ideas para hablar de la escritura sobre cine, de sus luces y sombras, ofreciendo el punto de vista de alguien que ha llegado a ella casi de un modo accidental, gracias a una sucesión de casualidades, a la postre aprovechadas. Seguro que plumas veteranas tendrán mucho más que contar de sus inicios –probablemente mucho mejores-, y verán muchos más mutaciones del estado de las cosas, pero tras desmenuzar mi entretenida experiencia no me creo en absoluto en posesión de la verdad, pero quiero defender más que nunca una labor que está perdiendo fuelle, se desdibuja su condición, su razón de ser, su esencia y verdad. De entrada, para saltar de lo analógico a lo digital y continuar ejerciendo de divulgador defendiendo la filosofía del fanzine descrita, lo lógico es abrirte un blog con carácter, no una web que compila datos copypasteados de press-books y otros portales de ocio semejantes, maquetados con dudoso gusto, y/o reúne pataletas y piropos sin orden ni concierto,  manera de obrar que abunda en el ciberespacio. Una política errónea a mi parecer, que da pie a un panorama repleto de clichés donde también se mueven dinosaurios, con condescendencia o intransigencia, que han dejado de encontrar su lugar más allá de su poltrona, donde siguen acomodados esperando a que pase algo.

Uno de los principales problemas que intuyo es que se escribe mucho, más que nunca, pero con poco criterio del que fiarse, con poca gracia y base, con poco léxico que deleite al lector. Estoy convencido de que algunos sólo se leen a sí mismos, sean de la edad que sean, publiquen donde publiquen. Otros leen textos ajenos con prejuicios infundados para alimentar su afán de trolear y confirmar desde el cutre anonimato su intención de ser califa en lugar del califa. Vaya por delante que por estar impresa en papel una crítica no es mejor que otra, ni mucho menos, pero la democratización de toda disciplina, con la llegada de la era digital, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La impresión inmediata es que reina la superficialidad e igual que exigimos calidad en las películas hay que exigir calidad en los textos que las diseccionan. Cuesta encontrar buena literatura en la prensa cinematográfica, buenos argumentos, buenas referencias: un buen análisis. La síntesis, la exploración, el descubrimiento, brillan por su ausencia. Poca independencia, menos personalidad. Mucha boutade. ¿Contexto?

Por escribir más no se es mejor. Por ver mucho cine no se sabe más sobre la imagen en movimiento. Hay que saber mirar. Puedes salir todos los días a hacer footing pero no aprender jamás cómo correr bien un maratón, aunque también se disfrute. Puedes leer mucho sin entender nada. Puedes viajar sólo físicamente, sin hacerlo con la mente, que es lo suyo. Puedes sentarte en la sala oscura y entretenerte, o no, con un filme: dependerá de tu estado anímico y de muchos otros factores que hay que saber manejar cuando se quiere escribir con conocimiento de causa sobre la experiencia ritual de ver una película. Puedes opinar, de todo y como quieras, pero hay que diferenciar esa actitud, de la que todos somos poseedores, del hecho real de ejercer de crítico y escribir sobre cine con voz propia. En la actualidad, al poder hacer pública con facilidad cualquier opinión, los supuestos teóricos del medio se han reproducido por esporas, pero así como no eres cocinero por haberte currado una paella, o director de cine por haber hecho un corto con tus colegas, ahora al alcance de todos, no eres un crítico con mayúsculas por ser un bloguero hiperactivo, una equivocación extendida. Tampoco por publicar en la hoja parroquial de tu barrio o el diario de turno, que quede claro.

Distingamos al individuo que escribe porque le gusta, lo publica donde quiere, o puede, y no busca mucho más desde la modestia, ese que ve el tema como un hobbie, se entretiene y sus divagaciones le permiten investigar más sobre su pasatiempo favorito, del sujeto que pretende vivir de ello –extrapolable a toda arte- y se toma sus acciones como una profesión desde el primer minuto. Esto último, evidentemente, hay que ganárselo. No hay que quedarse en lo superficial. Hay que trabajar mucho para ser alguien de peso. Hay que aprender constantemente. Hay que ver bien, leer, y muchas cosas más. Hay que moverse. Hay que vivir. Hay que sorprender. Dadas las tristes circunstancias actuales hay mucha gente con exceso de tiempo libre. Personal aburrido en sus casas, con derecho a matar el tiempo como sea. A todos nos gusta el cine, pero todos no podemos ser críticos de altos vuelos. Todavía es menos probable poder comer de nuestras hazañas periodísticas –extensible a toda disciplina-. Que puedas cobrar por lo que haces no quiere decir necesariamente que seas un buen profesional, eso es otra historia, pero una vez aceptado que juntar cuatro letras puede cualquiera, con el graduado escolar o sin él, hay que separar el grano de la paja y la remuneración es un dato puntuable. Hay demasiada oferta y los juntaletras que esgrimen un discurso original, valiente y bien escrito, honesto, son los que deben dinamizar el caótico panorama artístico reinante, sin perdernos en motivaciones económicas. Información hay a raudales, bienvenidos a la era de los prescriptores. Absolutamente necesarios. Si lo tuyo es pasar el rato y curtirte, ningún problema, mientras no des la tabarra, por encima del bien y del mal, con estrategias de trepa de manual. Nunca pretendas convencer al mundo de que lo que sueltas sobre una hoja en blanco va a misa. Hay muchos pasos, que algunos quieren saltarse a la ligera, aunque empiecen con buen ojo, actuando como corresponsales en festivales varios, para evolucionar de ser un buen figurante en las ruedas de prensa, haciendo un gran favor al personal de marketing, a convertirte en una firma indispensable. Las viejas glorias que actúan en los pases como niños dan la razón a estos arribistas sin caché.

MUCHA MIERDA

Hay más mierda en internet que en la prensa escrita y en los libros, eso es incuestionable. Para bien o para mal, en el papel hay filtros, editores de por medio, anunciantes… Todo influye en el resultado y al final de la cadena está el lector, alguien que paga por algo que quiere degustar realmente. Hay un intercambio que establece una relación singular. Cuando alguien graba el video de una boda, por ejemplo, cumple con una función, recibe dinero a cambio, pero no se las da de cineasta. Opinando de cine, en cambio, se da por hecho, sea en un periódico o un blog, que somos los reyes del mambo. Se llevan los delirios de grandeza, la soberbia y mirar desde el atril –algo de lo que puede pecar este artículo, soy consciente de ello-. Alabo a aquellos que compaginan muy bien la opinión y la divulgación, manejar el exceso de información actual es una virtud como he antepuesto. Afortunadamente hay quienes van bien en esta dirección, generalmente los menos gritones, y se curran la marca de la casa. No me gusta, en cambio, esa independencia que defienden ciertos blogueros, los mismos que ponen bien toda película de las majors para seguir teniendo derecho a entrar en los pases de prensa –tema sobre el que ya hablé AQUÍ en su día-, como tampoco me convence el amiguismo de otros que celebran por adelantado el éxito de algo que todavía no existe, lo cool porque sí. Se aplaude a rabiar la nada. Hay más bluffs que grandes descubrimientos, como hay más aburguesamiento que sinceridad en internet cuando se firma con nombre propio. Hay más hipocresía y odio que interés real. Por mi parte es preferible un hater con sensibilidad y ética a un pelota arribista. Otra manía: ejercer la crítica desde la postura yo lo puedo hacer mil veces mejor. Eso no es crítica, es egolatría.  Otro comportamiento que me llama la atención: hay quien se pone demasiado contento cuando le “retuitea” un comentario bondadoso una página oficial de algún título mainstream. Flaco favor hacen, en este sentido, las frases publicitarias firmadas por blogs de risa en los carteles anunciadores de algunas películas, utilizados por el maravilloso mundo del marketing con tal de mostrar al público mensajes positivos. Te piden directamente que escribas unas palabras al final de la proyección, que sueltes algo chachi en un folio, siendo consciente de que lo van a tirar a la basura si no les sirve como reclamo promocional. Hay quien se curra este aspecto para seguir yendo al cine antes que nadie por la puerta grande, como hay quien escribe sin cobrar en soportes que ganan dinero, y deberían repartir, con tal de sentirse alguien, autoafirmarse, sin pararse a pensar en lo que su comportamiento significa. Es el mismo error extendido en otros ámbitos, como el despistado que se curra a tope un video por la cara para una multinacional, creyendo que le volverán a llamar para repetir la jugada, ofreciéndole esta vez vil metal. Siempre habrá alguien semejante detrás, haciendo cola para darlo todo a cambio de unas palmaditas en la espalda, o ni eso. Pronto habrá quien pague por trabajar. El mercado se quema.

Compañero, haz carpeta o bobina currando para ti y tu gente, dejándote la piel en lo que crees, no para las grandes corporaciones. Sé independiente desde tu blog, o donde sea, rindiéndote cuentas a ti mismo, sin miedo a que no te dejen acreditarte en los festivales, algo que, por otra parte, es más fácil que nunca porque los certámenes tienen que llenar las salas, dar números, acumular espectadores, y así se garantizan audiencia; incluso ingresos, porque ahora toca pagar una mínima cantidad por el carnet de acreditado, esa tarjeta incómoda que algunos lucen en la pechera por los pasillos como si fuera oro. El festival de Sitges es un hábitat natural para esta fauna –no se den todos por aludidos- que siente especial atracción por la tontería de estar en la lista de acreditados en un evento cinematográfico que dicen que mola, lo merezcan o no, y les trae al pairo el género al que representa. Actitudes recientes como silbar el trabajo de un autor incuestionable como Rob Zombie lo demuestran. Mucho ruido y poco criterio.

CONCLUSION

El otrora noble ejercicio de la crítica, un arte cuando está bien hecha, se está devaluando a marchas forzadas. Para que todo medio evolucione tiene que haber creadores con talento que abran nuevos caminos. En muchas ocasiones, el único apoyo con el que cuentan los autores para dar a conocer su trabajo, y que todos lo disfrutemos con intensidad, esté o no consolidado su talento, es gracias al beneficio de la crítica, siempre que cumpla bien su labor y pueda presumir de aquellos valores que acrediten su valía como excelente guía. En manos de la crítica, y de todo prescriptor, está la misión de dar a conocer artistas cuya trayectoria merece la pena tener en cuenta y destacar obras que pueden cambiar las cosas, títulos que no hay que perderse, firmando toda recomendación con personalidad. Las buenas críticas ayudan a crecer al autor, a mejorar su propuesta, a descubrir su poder. Hay que recuperar la credibilidad y reivindicar una figura en peligro de extinción si nos ponemos catastrofistas. Por eso me ha dado por juntar estas letras, porque deseo que se extienda un espíritu alejado de lo superficial, de las apariencias, algo que no veo a menudo. Que abunde el criterio, en sintonías diversas, lo que es verdaderamente enriquecedor.

Siento que, sin ánimo de generalizar en exceso, la mayoría de los blogs especializados son bastante conservadores y convencionales, aunque crean lo contrario, en fondo y forma, incluso abrazan el mainstream encantados. Mientras, por otras vías, paralelas a la red, se cuida cada vez menos tener algo que decir de verdad, se evitan poco a poco los nombres propios y se respaldan caducas fórmulas de mercado. Es difícil encontrar algo diferente, hallar entre tanto clon visiones interesantes. Me aburro soberanamente al leer por azar a párvulos que se creen con derecho a voz, cuyas faltas de ortografía no las corrige ni el Word, como no doy crédito a esos cantamañanas trasnochados que escriben críticas sin ver las películas y predican desde su púlpito polvoriento -los mismos a los que les suena el móvil en los pases de prensa-.  Me siento en tierra de nadie. Quizás es mi problema, no entiendo nada y me veo en la necesidad de que alguien me ilumine. Se abre el necesario turno de preguntas y exabruptos. La discusión es bella. Gracias a ella se aprende y pueden hacerse amigos. Odiando, sólo enemigos. Firma un sujeto que no se considera crítico ni nada por el estilo, más bien una pluma accidental en constante movimiento.

1 comentario

Comment by fluka

Me ha gustado el texto y me ha gustado el aire de nostalgia de la retrospectiva. Creo que la gente habla demasiado de sus opiniones y las sobrevalora, decir cosas como me ha gustado o no me ha gustado me parece bastante más realista que decir esto es una obra de arte o esto es una mierda el tema da para muchas tertulias con café. ¡Sé feliz y gracias por tu buenhacer!

junio 25, 2013 @ 5:05 am

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