Pain Gain, cine anabolizado
Locura máxima la que se marca Michael Bay, habitual firmante de superproducciones como la saga “Transformers”, en su última película, “Dolor y dinero”, una comedia de acción, con Mark Wahlberg y Dwayne Johnson a la cabeza del reparto, que golpea al sueño americano con un ritmo endiablado. Los protagonistas son culturistas aficionados a la ingesta de esteroides que quieren subir peldaños en la vida, gozar de los placeres de la gente rica en un Miami artificial. Para cumplir su sueño se embarcan en el secuestro de un millonario con malas pulgas. Afortunadamente, para el deleite del espectador, tras una sucesión de situaciones tan absurdas como descacharrantes la maniobra criminal no sale como tenían pensado. Toda la trama transcurre con fluidez inusitada, envuelta con una estética hortera a conciencia, con coches de lujo lujurioso, chicas de buen ver de encefalograma plano, música a tope, piscinas latifundistas, bronceados de postal, y más, mucho más, porque el excesivo Bay retrata el berenjenal con su habitual sello multiplicado por tres: cámaras lentas, visiones subjetivas, travellings nerviosos, grúas desbocadas… La diferencia respecto a sus anteriores trabajos es que esta vez nos enteramos sin problemas de todo aquello que acontece en la gran pantalla, dentro del encuadre, a pesar del frenético montaje. El conjunto peca, eso sí, de un metraje innecesariamente alargado. Cuando creemos que la propuesta va a terminar, coge vuelo de nuevo sin necesidad.
Wahlberg cumple con creces con su entrañable interpretación, un chulito piscinas que cultiva su cuerpo y ennegrece su alma al mismo tiempo: quiere llenar sus bolsillos a toda costa y vivir como ninguno en la tierra de las segundas oportunidades. El problema es que la cabeza no le da para todo a este Tony Montana de pega que comete el error de aliarse con una panda de desarrapados para alcanzar su objetivo, entre ellos Johnson, un ex-convicto que se debate entre sus convicciones religiosas y el descerebre. Ed Harris, con su incuestionable carisma, es la guinda del pastel en un equipo artístico que tiene que habérselo pasado pipa durante el rodaje. “Dolor y dinero” se antoja una parodia de clásicos de Scorsese como “Casino” o “Uno de los nuestros”; probablemente sin quererlo, aunque su comienzo parece indicarlo.
(del suplemento GPS de EL CORREO, sin editar)