Alergia pirata
Esta alergia primaveral chunga está acabando conmigo. Atiborrado de Clarityne y Bexal, estoy de un albardado subido. Atolondramiento supino. Las jodidas pastillas me dan un sueño que ataca a traición. Suelo escribir delante del ordenador en silencio absoluto, salvo cuando contesto e-mails, me pierdo en internet, etc, etc. Entonces pongo la música a tope. Ahora suenan Kasabian a todo trapo, a ver si mis neuronas se despejan algo. Pero concentrado en los artículos alimenticios para el periódico, he dejado la tele de fondo, para no sobarme sobre el teclado, y he oído cosas terribles: que si Lola Flores le echó una maldición a la Pantoja (fíjese usted, qué movidón), que si un ejecutivo bilbaíno de alto copete, con carrerón en Londres, ha reventado la cabeza de su hija de corta edad (el tipejo estudió en Deusto, igual ahí está la respuesta a su repentina descarga de violencia irracional), que los archivillanos del pasamontañas vuelven a las andadas, algo que ya nos esperábamos, mientras la derecha, que son (casi) todos, se frotan las manos…
Todo una puta mierda, oigan. Así que he decidido despotricar un poco, a ver si así me despierto, y la voy a tomar con el último estreno de juzgado de guardia que han soportado mis ojos: Piratas del Caribe 3, cuyo subtítulo rebautizaría como El fin del CINE. Intuyo que llego tarde para que más de uno se ahorre la entrada y se lo gaste en gominolas, pero es que, esta vez, no vale la pena ni ocupar banda ancha dándole a la mula.
Si hace unas semanas me cagaba abiertamente en la tercera entrega de Spider-Man en este tontiblog, esta sinsorga secuela piratera peca de lo mismo. La primera película de la franquicia me pareció una grata sorpresa, un entretenimiento sin pretensiones, un buen espectáculo que remitía a títulos de antaño como El temible burlón, cinta a la que tengo especial cariño. La segunda perdía fuelle, era un galimatías de cuidado, pero logró entretenerme sin más y, además, salía el monstruo del Kraken. Pero esta tercera parte es un cacao maravillao incomprensible, sin pies ni cabeza, capaz de aburrir a un muerto y enterrado. Tres horas de soberano tostonazo, con chistes infantiloides llevados al extremo y unas secuencias de acción tan repetitivas como anodinas. La trama es algo así: ahora vamos aquí, ahora a este otro lado, después de vuelta allá, venimos para acá (a estas alturas me he perdido ya 1.517 veces), nos mojamos en ese sitio, luchamos en este otro y suputamadrequecoñazo.
Cojan lo peor de los anteriores episodios de la saga, multiplíquenlo por 33 y eso es Piratas del Caribe 3. Como Spider-Man 3, vamos. Pero como luego se estrenan con tropecientasmil copias y arrasan en la taquilla los primeros días de exhibición, los productores se quedan más contentos que unas castañuelas porque han hecho un peliculón. ¡Váyanse todos a la mierda! ¡A LA MIERDA! (¿me oyen?)
Al final voy a coger alergia al cine.