Más de lo mismo
La imagen: una chica de tez pálida, con una larga melena morena que le cubre totalmente la cara, sale de la oscuridad arrastrándose como un muerto viviente hacia nosotros, emitiendo extraños sonidos sobrenaturales. Probablemente es la escena más manida de la historia del cine de terror de los últimos tiempos, pero su poder de estremecer a la platea, a tenor de la taquilla, sigue funcionando. De otra manera no se puede entender el estreno de Shutter, otra cinta de horror oriental, esta vez tailandesa, que invita al espectador por enésima vez a dejarse llevar por un festival de sustos que vertebran un relato de fantasmas que no desentona en la larga lista de propuestas similares que engruesan el incesante auge del celuloide oscuro con tinte amarillo, que no pierde su actualidad ni por asomo. Las salas de cine sólo acogen una pequeña parte de la mastodóntica producción de este tipo de filmes, ideales para alquilar en el videoclub y aderezar el pase en la butaca de casa con abundantes palomitas. Empieza a ser más que preocupante el excesivo parecido entre estas películas funcionales que, además, van más allá de la vulgar fotocopia gracias a los remakes estadounidenses. Shutter está sobre la mesa de un estudio americano para ser filmada de nuevo con rostro occidental. Repetimos, y repetimos, y…
Co-drigida por Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom, Shutter cuenta la sombría historia de Tun y Jane, dos amantes que atropellan accidentalmente a un misterioso peatón por la noche en una carretera perdida. A partir de ese momento, con Bangkok como escenario -detalle exótico que siempre viene bien para añadir interés al cotarro-, comienza la previsible venganza de ultratumba. Ella sufre terribles pesadillas mientras él, fotógrafo de profesión, percibe extrañas figuras espectrales que empiezan a aparecer en las imágenes que toma con su cámara. Amigos cercanos a la pareja van muriendo mientras intentan resolver desesperadamente el misterio. Lo más destacable de la función es el escalofriante final, siempre y cuando el espectador no se lo haya imaginado sobre la marcha, porque si algo está claro al ver Shutter es que no estamos en absoluto ante el colmo de la originalidad, aunque dé para unos sustos. No pidamos peras al olmo, que nos metemos en líos.