Vamos a meternos un poco con CREPUSCULO, que tanto está arrasando entre la juventú, divino tesoro. Uno lee sobre la autora del libro de partida cosas tan tremendas como no veo películas para mayores de 18 años o que es fervorosa creyente, perteneciente a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, y ya está (casi) todo dicho
Rescato mi crítica para Cine365:
FAST FOOD CINEMA FOR TEENAGERS
No es fácil para un fan del género fantástico acercarse sin prejuicios a una cinta como “Crepúsculo”, una propuesta que, de entrada, se suma a la creciente moda de fenómenos teen que arrasan entre la chavalada, con “High School Musical” y sucedáneos a la cabeza, franquicias de fast food cinema que enganchan a un público joven e indocumentado que, evidentemente, no tiene el bagaje suficiente para tomarse con cierto pitorreo esta enésima revisitación del tema “qué-complicado-es-enamorarse-de-un-vampiro”. El filme llega amparado por el supermegaéxito del best-seller de partida, un libro que explota los lugares comunes más tristones de un tema que da para mucho más y se apunta a la moda del rollo gótico que tanto cuaja últimamente entre adolescentes que se ven en su salsa sintiéndose unos incomprendidos. Bichos raros que, en el fondo, se ajustan a un patrón que los encorseta tanto como a “juanis” que van a los centros comerciales el fin de semana en pantalón de chándal.
“Crepúsculo”, el salto a la gran pantalla de la primera novela de la saga escrita por Stephenie Meyer, uno de los fenómenos literarios del momento -ya lleva vendidos más de 5,5 millones de libros-, es algo así como lavar “Jóvenes ocultos”, un clásico juvenil de los años 80, con abundante suavizante aromático. Después se añaden unos toques de “Dirty Dancing”, y el espíritu de sangre de horchata de los Jonas Brothers hace el resto. Estamos ante una película de chupasangres descafeinada, cuyo edulcorado planteamiento presenta el esquema tradicional de “Romeo y Julieta”, con cierta aureola de modernidad, mezclando misterio, romance y acción sin devanarse los sesos, con vampiros buenos (educados) y malos (desviados) de por medio -la eterna lucha entre el bien y el mal-, con la diferencia de que esta vez todos son guapos. “Crepúsculo” tiene lo justo y necesario para arrasar en taquilla en los tiempos que corren (malos para la lírica). Desbancó al mismísimo James Bond sin mucha dificultad del ranking de cintas más taquilleras en los USA.
La recomendable “Déjame entrar”, de próximo estreno, sobre una chupasangres adolescente, ha arrasado en los festivales de género. “True Blood”, la nueva serie de no-muertos del creador de “A dos metros bajo tierra”, está en el punto de mira de los devoradores de productos televisivos a la última. Son mucho mejor producto vampírico que esta historia de un amor prohibido entre vampiro y mortal que agradará a todo aquel que ponga el cerebro en modo “teenager en celo”, pero carece de alma por decantarse en exceso por el lado más amable, y en el fondo aburrido (la dramática soledad), de un mito del celuloide de terror que no puede nunca dejar de ser inquietante ante nuestros ojos, con una maldición tan sugestiva y terrible a cuestas. No hay mucho que rascar en este sentido, a la espera de futuros lanzamientos con sangre roja como reclamo, entre ellos “Daybreaks”, con Ethan Hawke y Willem Dafoe; “Jennifer´s Body”, con guión de Diablo “Juno” Cody y las curvas de Megan Fox; y otra serie literaria, “Cirque du Freak”, que remite a las huestes de Drácula. Para complementar la proyección de “Crepúsculo” se recomienda alquilar en el videoclub, por no mencionar otros métodos de adquisición de material audiovisual peor vistos, una copia de “Jóvenes Ocultos 2: Los vampiros del surf”, que viene a ser algo parecido pero en cutre y, por ello, bastante más divertida.