El prolífico realizador oriental de culto Takashi Miike, artífice de delirios audiovisuales como Gozu,  Ichi The Killer o la saga Dead or Alive, donde no hay cabida para la racionalidad argumental ni el clasicismo, suaviza sus imágenes para homenajear al maestro Kurosawa en una propuesta excepcional que se ha paseado por numerosos festivales internacionales, entre ellos Venecia y Sitges. “13 asesinos”, una cinta de samuráis pergeñada para no dejar indiferente al espectador, demuestra que Miike es capaz de rodar lo que le echen, siempre con eficacia, dejando su sello personal, regalando un puñado de secuencias marca de la casa difíciles de olvidar.

“13 asesinos” es un remake del film homónimo dirigido por Eichi Kudo en 1963. Una inmersión en el jidaigeki -películas históricas que transcurren, aproximadamente, en la época Edo, de 1603 a 1868, o en la Meiji, de 1868 a 1912- protagonizada por Koji Yakusho (“Babel”, “Memorias de una geisha”). Ambientada en el Japón feudal, describe la gesta de un grupo de samuráis que luchan contra un inmenso ejército liderado por un despiadado terrateniente que mata y viola a su antojo allá por dónde pasa. Un sádico sobre el cual debe caer el peso de la justicia. El peculiar grupo salvaje, poco más de una decena de guerreros, se entrena sin descanso y elabora un plan maestro para restablecer la paz.

“13 asesinos” goza de un ritmo loable en su género y es una buena muestra de que se puede aunar cine contemporáneo y clasicismo sin caer en la trampa. Miike es un cineasta incansable que no le hace ascos a ningún proyecto ni género y es capaz de convertir todo lo que toca en algo inusual. El filme que nos ocupa ya debe de figurar entre las preferidas de su colega Tarantino. Acción y drama se entrelazan en un producto más que recomendable.