Otro exorcismo
Pudo verse a finales del pasado año en festivales especializados, como el de Sitges o la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, esta enésima vuelta de tuerca al manido tema de la posesión diabólica, una fuente inagotable de cintas de género, alguna convertida en clásico. “El último exorcismo” puede definirse como un cruce entre “El exorcista” y “Blair Witch Project”, sendos títulos de culto que marcaron diferentes épocas del celuloide oscuro. El cineasta de origen germano Daniel Stamm, director de este festejo infernal que deja en pañales la reciente “El rito”, demasiado previsible, ha optado por la estética del falso documental, tan en boga últimamente, para estremecer lo máximo posible a los espectadores más impresionables. Las imágenes del filme se acercan al realismo, multiplicando su capacidad de asombro.
La excusa para sembrar el pánico es la visita de un exorcista a una casa perdida en la profunda Norteamérica. Le acompaña un equipo de rodaje que pretende realizar un documental testimonial y captar el ritual del cazador de demonios, un hombre escéptico, cansado de encontrarse una y otra vez con farsas sobre tan espinoso tema. Está harto de sacar los cuartos a creyentes perplejos, pero esta vez las cosas son diferentes y la posesión demoníaca parece real. Demasiado real. El enfrentamiento cara a cara con el diablo genera una inquietud escalofriante en cualquiera que se deje llevar por lo que acontece a buen ritmo en pantalla. Estamos ante una película de miedo de las de verdad, sin humor alguno ni concesiones a los débiles de estómago. “El último exorcismo” agarra por las tripas al espectador y lo zarandea como si estuviese sentado en el tren de la bruja, a ver qué se tercia. Sustos, giros, sorpresa final… Todo está planteado para que nadie salga de al sala oscura sin haber sido engañado por la brujería del cine.
(Del GPS, sin cortes)