Crímenes ferpectos
Toca reivindicar a Alex de la Iglesia, ahora que estrena “Los crímenes de Oxford”, una soberbia cinta rodada en inglés que supone un claro volantazo en su carrera. La irrupción del cineasta bilbaíno en nuestra cinematografía, con espíritu de rockstar (carisma, imagen y cosas que decir, a veces molestas, como buen animal mediático), trajo consigo la cinefagia, la cinefilia bien entendida, recuperó el esperpento, la comedia negra y el delirio, con el género fantástico como niña bonita. De sello único e intransferible, se atrevió a afrontar proyectos descabellados con lo puesto, abriendo una brecha que otros han seguido, con o sin acierto. Celuloide no siempre fácil de asimilar, que enriquece el paso del tiempo y forma parte de un relevo generacional que inundó de juventud el cine español en los años 90.
Ahora Alex se reinventa, afronta una película de encargo con todas las consecuencias y se atreve a dar un salto hacia el celuloide comercial y universal, olvidando los toques cañís marca de la casa, para adentrarse en una historia de misterio, en la línea del imaginario de su adorado Alfred Hitchcock, en cuyas imágenes se vislumbra la aventura que impregna las páginas de los tebeos de Tintín, uno de los tótems del sagaz realizador vasco. La cámara, portentosa, recoge una historia de intriga y crimen donde no hay un psicópata sembrando el terror ni se muestran explícitamente asesinatos a cual más original. A De la Iglesia no le interesa el show efectista, lo suyo es una partida al Cluedo que parte del asesinato de una anciana en el salón de su casa a las afueras de Oxford. Su cuerpo es descubierto por dos hombres que se conocen, por primera vez, debido a la casualidad, en tan indigesta situación. Arthur Seldom, un prestigioso profesor de matemáticas encarnado por John Hurt con elegancia extrema, y Martin, un joven estudiante americano recién llegado a la universidad al que da vida sin estridencias un perspicaz Elijah Wood, son la pareja protagonista que echa mano de lógica para resolver el misterio, pues la muerte de la anciana es el primero de una serie de inquietantes crímenes.
“Los crímenes de Oxford” no está hecha para amantes de “Seven” y sucedáneos. No hay sustos ni sangre ni un abracadabrante rompecabezas que solucionar. El espectador inmerso en la trama asume el papel de jugador de mesa, en una partida de rol limpia donde De la Iglesia ejerce de maestro de ceremonias con mano de prestidigitador, esgrimiendo secuencias de quitarse el sombrero, que incluyen un sensacional plano secuencia de esos que recuerdan lo que es la magia del cine. El resultado final, la exploración de una obsesión, se acerca al espíritu de “Zodiac”, una de las mejores películas de 2007, con unos agradecidos toques de caos bien controlado, a base de divertidos flashbacks que restan aburrida sobriedad al conjunto y demuestran que el director de la indispensable “El día de la bestia” es capaz de todo, de rodar cualquier cosa que le echen con vigor, dejando constancia de su sapiencia tras las cámaras, sin olvidar su sentido del humor. El talón de Aquiles del filme es su punto de partida, la novela homónima del argentino Guillermo Martínez, cuyos acertijos no son para tirar cohetes. Aquí es donde se podía haber pedido más a un guión adaptado que no ha sabido dar un buen vuelco al frágil material de partida.
REPASO A UNA FILMOGRAFIA MUTANTE
-“Acción Mutante” (1992) La ópera prima de Alex de la Iglesia, rodada por un equipo cuya media de edad no superaba los 25 años, fue un cañonazo en pos del fantástico, un género vilipendiado y olvidado en el encorsetado cine español. El filme mezclaba la ciencia-ficción con la comedia negra con tintes castizos, toda una rareza. A día de hoy, su osadía, frescura y desparpajo son sus mayores virtudes.
-“El día de la bestia” (1995) De la Iglesia demostró que con algunas ideas descabelladas, bien llevadas, se podía llegar a los espectadores, e incluso convencer a la crítica. Un Madrid apocalíptico sirve de escenario a una trama que aúna misterio, acción y costumbrismo. “El exorcista”, “La semilla del diablo” o “La profecía” se encuentran con el imaginario de Azcona, Ferreri y Berlanga. Para muchos la mejor propuesta del inquieto director vasco.
-“Perdita Durango” (1997) Tuvo una tibia acogida en el momento de su estreno, y más de uno le adjudicó la etiqueta de película maldita. Probablemente aturdió al personal el alejamiento premeditado del autor de su tradicional talante cómico. El filme satiriza sin contemplaciones a la sociedad americana y explora nuestro lado oscuro, con la traición en el punto de mira. Un western de carretera a reivindicar.
-“Muertos de risa” (1999) Un relato amargo realmente incomprendido. Una gran tragedia vestida de comedia que permite a De La Iglesia pasearse por la tele española de los años 70 y 80 con la cual creció. Ofrece una mirada sin nostalgia a un país a través de su televisión, dejando fluir el esperpento y la ironía. Un hábil retrato de las miserias humanas y de una España negra y catódica llena de zonas grises donde la envidia es el deporte nacional. Con “La comunidad” hurgó magistralmente en la herida.
-“800 balas” (2002) Alex decide producirse él mismo y se inventa el marmitako-western. El filme no funcionó en taquilla debido a un guión que desfallece según avanza la acción, aunque no deja de ser una curiosa propuesta de final contundente y comienzo sublime. Con “Crimen Ferpecto” recuperó el favor del público tras este particular homenaje a los especialistas que se jugaron el tipo trabajando en las películas del Oeste a la italiana de los años 60 y 70.
(publicado hoy en el GPS de EL CORREO, aquí sin cortes)