Menudo castigo
Daniel Calparsoro me parece un tipo con ideas visuales, que puede ofrecer mucho como director en este sentido, pero necesita un guionista urgentemente (y de siempre). Lo ha vuelto a demostrar con El Castigo, miniserie que ha arrasado en Antena 3 tirando de lo que parece que vende más en televisión últimamente: rostros jóvenes sin acné luciendo carne.
Planteamiento: una especie de Guantánamo para pijos adolescentes situado en una montaña en al profunda España. Cinco pimpollitos son encerrados en un reformatorio montado por una entidad dudosa que pretende ponerlos en vereda para que no vuelvan a liarla parda delante de sus padres. Son niñatos maleducados que no saben qué hacer para llamar la atención. Todos muy guapos.
Pero en el petit Guantanamolandia de marras, algo así como un campamento de verano donde los monitores se pasan algo de la raya, tampoco es que les puteen como nos gustaría, viendo lo subnormales que son. Uno se queda con las ganas de que sea Saw IX en Puerto Urraco. Uno desea fervientemente que les den por el culo a esa panda de oligofrénicos con cara de beber Nestea y cagar Ferrero Rocher. Pero no
Atención a esta escena, en torno a la cual gira el espectáculo, porque ya lo resume todo
No sé si algún lector de este infame blog tuvo la osadía de ver el producto televisivo, porque el final del mismo da para una charla a conciencia
- SPOILER - (que dime tú si importa algo esta vez)
Los chavales se escapan del recinto, dejan de ser boy scouts a la fuerza y regresan a sus hogares, donde parece regresar la armonía. Pero al final todos se juntan, salen a la calle y pasean a cámara lenta a lo “Reservoir Dogs”, con una música letal de fondo perpetrada por algún grupo de moda. Seguido, atención al final del show, sacan sus porras y puños americanos para pegar a un pobre vagabundo en plan “La naranja mecánica” ¿Qué nos ha querido contar Calparsoro? Como les han hecho comer alubias de lata se vuelven más malos que el sebo. Pero ya eran una tropa de mamones, y es probable que el público potencial de este producto, la juventud baila, se identifique con los protas del asunto y a todos los teenagers que van al Balcón de Rosales les parezcan molones.
Pero ¿qué coño?
Muy didáctico. El castigo enseña que, aunque parte de nuestra juventud pija sea muy mongolari, es mejor no chillarles mucho, que luego se vuelven más bordes, nos pegan y nos graban con el móvil Si es que el problema son sus familias, que les consienten todo, por ejemplo, ver demasiada mierda nociva por televisión. También recomiendan follar con condón
¿La revancha de los niños mimados vivientes se titulará la siguiente parte? Anda, colega, cuéntame esta historia tan poco creíble de otra manera, afina el mensaje, mete más chicha Necesitamos más gore en los tiempos de los Jonas Brothers, que el personal se está echando a perder.