Y me lo he pasado como un niño grande. El guión es lo más flojo del conjunto, no está a la altura del trabajo de Spielberg, pero si no te haces demasiadas preguntas durante la proyección, o ninguna, y menos a la salida de la sala, la cosa va rodada, y nunca mejor dicho. Esto es recuperar el sentido del espectáculo. Esto es cine de acción y aventuras, celuloide de entretenimiento. Te subes a la noria en el parque de atracciones y no paras, de barraca en barraca. Hay de todo, incluso los toques de humor para todos los públicos no molestan. El cine de evasión con mayúsculas todavía no ha muerto.
“Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” tiene lo mejor de toda la serie y, mal que me pese (perdonable), lo peor de “La última cruzada”, aunque más de uno lo agradecerá (mi favorita es “El templo maldito”, la más oscura). Al margen del hortera desenlace, y de alguna (inevitable) caída de ritmo, el show de más de dos horas se pasa en un suspiro. Los actores, todos, excepcionales, con una Cate Blanchett hipnótica.
Y hay imágenes ¡uf! ¡Míticas!
Evidentemente, es difícil escribir de la película sin destriparla, así que con estas líneas o dejo, y un solo…
¡¡¡SPOOOOOOOILER!!!
(¡absténganse de seguir leyendo hasta que la vean, infrafreaks!)
El bueno de Indie sobrevive a un ataque nuclear, a la bomba atómica, aunque no… ¡al matrimonio! La imagen de Harrison Ford contemplando el gigantesco hongo atómico es de una belleza inquietante de quitar el hipo… Permanecerá por siempre en mi retina.