Cartoons locos
Un buen fin de semana el pasado, de esos bien aprovechados. El concierto de AC/DC cumplió con las expectativas. Creo que asistí a uno de los conciertos de mi vida. Ver a Angus Young y compañía sudando la gota gorda, moviéndose como cartoons locos, con el público absolutamente entregado, en un ritual excepcional, no puede defraudar a nadie que siga los pasos del combo australiano. Ni siquera a los que aprecian la música en general. El espectáculo fue mayúsculo, con una puesta en escena desvergonzada y divertida. Catarsis total. Rock atronador, a un nivel de decibelios arrebatadoramente diabólico. En una palabra: ¡BRUTAL!
Tocaba brincar, pero también disfrutar sentados con otro show ideal para aquellos cinéfagos que saben disfrutar bien de su síndrome de Peter Pan: ¡el cine en 3D, a todo trapo! “Monstruos contra Alienígenas” es una de las cintas de animación más esperadas de la temporada. La tridimensionalidad es uno de sus mayores reclamos, confirmando hacia dónde va el cine del futuro. “Estamos ante la tercera gran revolución de la historia del cine”, comentaba en rueda de prensa Jeffrey Katzenberg, director ejecutivo de Dreamworks Animation. “Tras la transición del mudo al sonido y del blanco y negro al color, el 3D marca un salto sustancial en la experiencia cinematográfica. Sin duda, es la próxima frontera.
“Monstruos contra Alienígenas” apuesta por un formato en alza, la esperanza de la industria cinematográfica, y lo hace ya desde su historia, que homenajea a filmes de ciencia-ficción de los años 50, época en la que tuvo cierta repercusión un sistema 3D primitivo, a años luz del actual: las famosas (y entrañables) gafas con una lente de color rojo y otra de azul. Los protagonistas hacen clara referencia a títulos de culto como “La mosca”, “The blob”, “El ataque de la mujer de 50 pies” y “La criatura de la Laguna Negra”. Acción y humor es lo que propone esta genuina “peli de monstruos”, a la espera del impacto de próximos estrenos que utilizarán esta tecnología, entre ellos la nueva propuesta de James Cameron, “Avatar”; “Alice in Wonderland”, de Tim Burton; y el salto de Tintín a la gran pantalla de la mano de Peter Jackson y Steven Spielberg. El futuro ya está aquí, es presente.
Aprovecho para rescatar una columna de opinión publicada el pasado viernes en EL CORREO, aquí sin cortes, a propósito de Planet 51, la película más cara del cine español. En el periódico aparecían como mías palabras tomadas del gran Jordi Costa, por cierto
“NO PARECE ESPAÑOLA”
Al ver las primeras imágenes de “Planet 51” nadie espera ver en sus créditos tanto nombre latino. Si no está avisado, uno puede creer tranquilamente que es la nueva producción de Pixar, que los creadores de “Toy Story” ya están liándola de nuevo. Por estética y temática, la etiquetada “película más cara del cine español” da el pego, parece “americana”, luego “es bastante posible que triunfe en las salas”. El trailer llama la atención, el espectador esboza una sonrisa, reconoce los códigos y sabe perfectamente qué es lo que va a ver. ¿Cómo nos tomamos la jugada desde una óptica artística?
Hay que aplaudir “Planet 51”, ojalá surjan más propuestas similares por estos pagos, con tan buen acabado. Hay que saber emular, no vale con fotocopiar sin más. De igual manera podemos tomarnos el avance de “Agora”, lo nuevo de Alejandro Amenábar. Sólo hay que leer lo que más se repite en los foros de internet: “Tiene buena pinta, no parece española”. Vale, bien, siempre que el cambio del Made in USA por el Made in Spain signifique oxigenar un medio perpetuamente en crisis. Si este tipo de productos ganan dinero, generan una industria de verdad y dan pie a levantar otros proyectos, en similar sintonía o abiertamente diferentes, hay que aplaudir la maniobra. El problema es acabar siendo una copia descarada sin más, un reflejo en el espejo que puede devenir espejismo. “A los cachorros del cine español no les mueve el imperativo de matar al padre (ni siquiera el impulso de significar)”, comentaba el crítico Jordi Costa hace no mucho en uno de sus lúcidos textos. “Lo que quieren es pertenecer. Y, cada vez con más frecuencia, pertenecer… a Hollywood”.
¿Queremos pertenecer a Hollywood? Sí y no, siempre con cuidado. Ahí están películas fallidas como “Espíritu del bosque”, que no hacen ascos a la influencia de Pixar y compañía, y no funcionan probablemente porque no tienen pasta (y quizás tampoco ideas). El cine español no chuta como nos gustaría, pero, creativamente, ofrece curiosas iniciativas en el campo de la animación. Apuestas experimentales como ‘De profundis’, del reputado dibujante Miguelanxo Prado, o ‘Gritos en el pasillo’, singular filme realizado enteramente con cacahuetes, conviven con ‘La crisis carnívora’, o cómo apostar por los cartoons para adultos, y reyes del stop motion como Pablo Llorens o la gente de Conflictivos, por citar algunos ejemplos.
Lo ideal sería encontrar un equilibrio entre la evasión y la reflexión, extensible al cine en general, que pudiésemos competir con Hollywood con sus mismas armas, combatir al enemigo desde dentro, manteniendo un carácter propio. El cómic no tiene el mismo complejo de inferioridad, por ejemplo, tenemos autores de un nivel digno de elogio, aplaudidos internacionalmente. El álbum “Arrugas”, de Paco Roca, Premio Nacional, pronto será una cinta de animación. Ojalá mantenga su personalidad al dar el salto a la gran pantalla y no tenga que “chupar rueda”.