Vuelta al cole
Vuelta al cole, que ya es hora, aunque mi verano no se ha caracterizado precisamente por estar todo el día tumbado a la bartola. Uno no ha dejado de cumplir con sus labores escritas en el periódico, entre otras tareas, algunas de las cuales serán tema de este infrablog proximamente según germinan.
Tras Benicassim, como uno se pasa todo el año viajando de aquí para allá entre festivales, salones y demás citas jacarandosas donde se mezclan placer y trabajo, tocaba retorno temporal al norte, para que la family y la chavalada no se olviden de la insoportable levedad del infraser (de mi existencia, vamos).
Reciente en el tiempo queda la Aste Nagusia bilbaína, las fiestas más pasadas de agua en tiempo… Lo mejor de la semana, un concierto alternativo al que fuimos a parar sin querer, en una txozna perdida, una noche aparentemente perdida… Junto al indómito JL, al que quiero con locura (gracias por estar siempre ahí), y Cris Cris Cris (ídem de ídem), disfruté hasta el tuétano de la performance absurdamente consciente de El gran puzzle cózmico, un tipo que sabe lo que hace y deshace. Armado con un ordenata y un puñado de cachivaches, este singular artista sobre la pista de esquelética estampa logró cautivar al personal, que bajo la lluvia se iba acumulando frente al improvisado escenario incapaz de eludir el magnetismo de una actuación libre como el viento empapada de non sense, trash culture cañí y tocapelotismo. Con magnas letras como “Mi abuela es setentera, setentera… No, tu abuela es ochentera, ochentera…” o “Trabajo en una droguería, no soy dependiente, soy drogodependiente”, El gran puzzle cózmico demostró que todavía hay vida en una Aste Nagusia reticente a evolucionar, que rinde pleitesía al kalimotxo por encima de todas las cosas y nos martiriza con una chavacanería in crescendo que al que esto escribe le sonroja.