Peter Bagge es un inconformista del noveno arte, fiel exponente de la historieta independiente americana. Su serie Odio es un complejo testimonio generacional, hilarante y corrosivo.

Odio cuenta las tribulaciones de Buddy Bradley y sus colegas en las calles del Seattle de los noventa, plagadas de patéticas bandas punk-rock y personajes fracasados en busca de algo que llevarse a la boca. Son supervivientes del fin de siglo, enemigos a la fuerza del conformismo, malhumoradas muestras de los duro que resulta pasear la adolescencia sin aparentar problema alguno. Peter Bagge (Peekskill, Nueva York, 1960) narra con expresivo grafismo y olfato de sociólogo las aventuras y desventuras de este grupo de individuos desnortados en plena era grunge. Nada se escapa a su endiablada lupa, todo es analizado con inusitada lucidez y capacidad crítica, desde ese amigo impresentable cuya máxima ilusión es ser una estrella del rock a esa chica neurótica de amor no correspondido a la que todo le sale mal. Relaciones cotidianas de contenido agrio, a todas luces atractivo gracias a los chispeantes diálogos que salpican el conjunto, una obra divertida a pesar de su desasosegante mensaje. Aunque todo vaya mal… siempre queda reírse de uno mismo.

Buddy es el primogénito emancipado de los Bradley, que también cuentan con su propia serie de cómic, la quintaesencia de la América sumergida, la contraposición canalla y burlesca al modelo de típica familia estadounidense. Gritos a la hora de la comida, peleas conyugales, portazos reivindicativos y luchas encarnizadas para acaparar la ventana electrónica, todo contribuye a crear una atmósfera hogareña más cercana al delirio de Los Simpsons que a la ñoñería artificial de las comedias de situación que acaparan la televisión.

(columna dominical de EL CORREO rescatada)