Insisto
El cine oriental está de moda en todas sus vertientes. Ya sea cine de género, de autor, o adscrito a cualquier etiqueta imaginable, las películas que nos llegan desde los países asiáticos poseen una frescura de la que carece el grueso de la producción occidental, sobre todo si nos centramos en apuestas comerciales. Corea se revela como un foco de sugestivos creadores, alguno de los cuales se maneja como pez en el agua entre la evasión y la reflexión, siempre en beneficio del espectáculo. Es el caso del cineasta surcoreano Bong Joo-ho, cuyos destellos de ingenio ya quedaron patentes en la excelente Memories of Murder, cinta que conquistó al público en festivales internacionales como el de San Sebastián. Nuestra cartelera acoge estos días su nueva propuesta, The Host, una genial monster-movie que demuestra a base de originalidad que todavía queda un hueco para innovar en un género que funciona estupendamente en la taquilla.
The Host se anuncia como un cruce entre Alien, Godzilla y King Kong, pero más allá de estas referencias directas, el espectador desprejuiciado puede encontrar muchas más cosas, aparte de buenos sustos, trepidantes escenas y humor negro del bueno. Como ya hiciera en su anterior filme, Joo-ho aprovecha un argumento repleto de tensión para retratar la situación actual de su país de origen. Mientras el público se agarra fuerte a la butaca con las imaginativas escenas de acción y se estremece como algunos momentos muy conseguidos de horror en estado puro nunca antes vistos, excelentemente filmados, los protagonistas de la aventura, una peculiar familia en busca de la pequeña del clan, secuestrada por un gigantesco monstruo de origen desconocido que aterroriza a la ciudad, sirve de ejemplo para que nuestros ojos radiografíen la sociedad coreana.
La espectacular escena inicial de The Host, que rompe más de un molde, merece pasar a la historia del cine por la puerta grande. Joo-ho resuelve las secuencias de acción y suspense con una maestría encomiable. A pesar del previsible punto de partida de la historia, una película de monstruo mutante al uso, el director oriental ha sabido darle un toque original y personal al conjunto, explotando al máximo sus posibilidades, tomándose en serio lo que tiene entre manos, rindiéndose al surrealismo. Así, juega con el tono del filme como nadie. En cuestión de segundos, lo que ocurre en la gran pantalla pasa del terror al drama, con toques de humor, sin que perdamos el hilo del escalofriante relato, una buena muestra de que se puede hacer cine de género con enjundia, respetable e hipnótico.
(de EL CORREO)