Todo simpatizante de las historias policíacas no debe dejar pasar una entretenida serie protagonizada por dos detectives inusuales: Sam Twitch. Sus peripecias, sembradas de cadáveres, recuerdan a Seven y las tradicionales buddy-movies. Cómic de género negro puro y duro.

Tras ser expulsados de la policía de Nueva York por insubordinación, Sam Twitch decidieron fundar, por su cuenta y riesgo, una agencia de investigadores privados. Desde entonces no han tenido ni un momento de descanso. Los crímenes sin resolver, a menudo sobrenaturales -se dieron a conocer en las páginas de la serie Spawn, de Todd McFarlane, antes de tener su propia colección-, se multiplican en las mugrientas calles de una ciudad deprimente donde la decadencia se extiende. Este par de almas entregadas a repartir justicia no necesitan superpoderes para combatir el mal que acecha a la vuelta de la esquina. Sam Burke, con unos kilos de más, creció en las calles del East Side de Manhattan, donde se curtió en el lado más salvaje de la vida. A los 18 años se alistó en el ejército y comprendió que amaba los uniformes. Convertido en un patrullero ejemplar tras abandonar su exitosa carrera militar, sus agresivos modales no impidieron su ascenso a detective, siempre en busca de la verdad. Pronto le asignaron un compañero insustituible, Maximillion Steven Percival Williams, más conocido como Twitch, un apelativo que hace referencia a un tic nervioso. Refinado a más no poder, espigado y delgado, es el complemento perfecto que redondea el dúo dinámico. Experto en el manejo del revólver, con una puntería envidiable, iba para empollón de la clase, pero en su periplo universitario cambió las matemáticas por la criminología. Un entretenido tebeo de género que sigue la estela de Sin City, Kane y Balas perdidas.

Otro rescate de EL CORREO