Entre pitones
Hay que adaptarse a los tiempos que corren, amigos. El fenómeno blog está cambiando el concepto de crítica en el ámbito cinematográfico. Algunos sites de Internet tienen más poder de convocatoria que los habituales juntaletras de la bendita prensa especializada a la hora de guiar a un espectador a través de la abrupta cartelera. Se estrenan muchas películas. Demasiadas. Elegir el lanzamiento adecuado para ver el fin de semana se revela como una hazaña no apta para perezosos en la cual es muy fácil errar. El personal se fía más de la gente cercana que escribe sus apreciaciones directas en las bitácoras de la red, incluso con faltas de ortografía. Las cabezas pensantes de Hollywood, que haberlas, hailas, son más que conscientes de este fenómeno y de las enormes posibilidades del ciberespacio en materia de márketing, por ello asistimos a un periodo de movimientos sísmicos en las campañas promocionales de futuros blockbusters en busca de nuevas ideas. Esta tormenta mediática se centra estos días en un título de fama inesperada que ha desatado multitud de rumores en Internet antes de pasearse por las salas: Snakes on a Plane. Serpientes en el avión, para entendernos, ha roto esquemas con un planteamiento de pura serie B: un cargamento de serpientes venenosas se escapa en el interior de un avión repleto de pasajeros poco dispuestos a ser víctimas de los reptiles y sus letales mordiscos. Una premisa más bien tonta, cruce entre alguna película de catástrofes aéreas, que las hay a patadas, y cualquier cinta de terror que se nos ocurra entre las miles que presentan una amenaza de plaga animal devoradora. Sin embargo, a pesar del punto de partida aparentemente vulgar, a algún internauta aburrido se le ocurrió especular sobre el filme en su página web, meses antes de su estreno, hasta convertir la cinta en objeto de culto, sin que nadie la hubiera visto aún. Había nacido una cult movie inusual, hasta el punto de que numerosos fans virtuales se esforzaron con el Photoshop para crear carteles ficticios del futuro lanzamiento, algunos parodiándolo, aprovechando imágenes reconocibles como el póster de la jocosa Aterriza como puedas. Anuncios, montajes, postales, camisetas… ¡hasta temas musicales! Nunca antes había ocurrido algo así y los productores de la película se sintieron presionados ante las expectativas de su modesta criatura de celuloide.
En marzo de 2006, cuando Serpientes en el avión ya estaba terminada y a punto de caramelo, los jerifaltes de New Line Cinema decidieron hacer algo de caso a la legión de seguidores de la película, que podían sentirse muy defraudados tal y como estaba finiquitada. Así, dieron el ok a su director, David R. Ellis (Destino Final 2, Cellular), para que rodase nuevas escenas, más violentas y subidas de tono, con la intención de saciar las expectativas de los bloggeros, algunos de los cuales incluso se habían inventado frases publicitarias como “¡Quiero esas putas serpientes fuera del puto avión!”. Un diálogo explícito, dicho supuestamente por el protagonista del cotarro, encarnado por el mismísmo Samuel L. Jackson. El actor de color se apunta a un bombardeo últimamente, y tuvo que repetir una secuencia para incluir tan educada frase. Mucho humor negro y chistes verdes fueron otros ingredientes solicitados por la masa cibernética. Sin duda estamos ante un título hecho a la medida de su público potencial, casi prefabricado, cuyo éxito en la taquilla a nivel mundial puede cambiar, para bien o para mal, algunas metodologías de trabajo en la industria audiovisual. Podemos remitirnos a Blair Witch Project. Queda abierto el debate.
La revolución on line desatada por Serpientes en el avión, un enorme divertimento sin pretensiones cinéfilas que ya ha pasado a la historia del cine al revelarse como uno de los productos de márketing más sorprendentes del nuevo milenio, no es el único dato sobre el filme a tener en cuenta. Fueron utilizadas durante el rodaje la friolera de 450 serpientes de 27 especies diferentes, 60 de ellas al mismo tiempo. El presupuesto, 30 millones de dólares, se aleja de los abultadas cifras que se manejan en al meca del cine en lanzamientos con intereses populistas. Además, se anuncia a bombo y platillo que Snakes on a Plane es la primera película norteamericana de Elsa Pataky, convertida en sex symbol más allá de sus discutibles virtudes interpretativas. La rubia actriz ha sido portada de la revista Maxim con una pitón entre sus piernas, a pesar de que su presencia en el metraje es más bien anecdótica. Convertida en la última reina del grito nacional, su cantoso affair promocional con el oscarizado Adrien Brody ha catapultado definitivamente a la fama a la estrella de Ninette y Romasanta. Sus seguidores probablemente no se perderán el futuro estreno que nos ocupa, a degustar a ser posible con la sala oscura abarrotada, para que los gritos y carcajadas sean monumentales, acordes al espíritu del delirio que acontece en la gran pantalla. Pura cinefagia.
(Artículo publicado hoy en el suplemento EVASION)