Remakeando
Remake tras remake la industria hollywoodense está actualizando para el público adolescente el cine de terror de los años 70 y 80, instaurando una corriente que no cesa y ha brindado a los seguidores del celuloide oscuro algunas gratas sorpresas, como la nueva versión de La matanza de Texas o Amanecer de los muertos (increíble su escena inicial). Las colinas tienen ojos, la puesta al día del sanguinolento filme de culto de Wes Craven, responsable de clásicos del horror moderno como Pesadilla en Elm Street y la saga Scream, completa una suerte de trío de ases de esta oleada de cintas que apuestan por la revisitación de títulos indispensables cuando hablamos de las raíces del miedo. El aún veinteañero realizador francés Alexandre Aja, artífice de Alta tensión, una película que dio mucho de qué hablar entre los aficionados al pánico en imágenes, rodada con excelente pulso (una lástima que el tramposo giro final estropease sobremanera el conjunto), dirige esta nueva versión que visita la cartelera tres décadas después del estreno de su predecesora.
La película original de Wes Craven, que ejerce encantado de productor del remake, se inspiraba claramente en La matanza de Texas. El veterano cineasta filmó un divertimento salvaje con apenas 325.000 dólares y un equipo técnico escaso, aprovechando decorados de la cinta de culto de Tobe Hooper para ahorrar en gastos. Aja ha contado con un presupuesto notablemente mayor para filmar nuevamente, con sugestivas modificaciones, un cuento macabro protagonizado por un clan de carniceros que dan matarile a una típica familia de clase media norteamericana que sufren una avería en mitad del desierto. La tribu de antropófagos hambrientos (a los que Alex de la Iglesia homenajeó en Acción Mutante), seres contrahechos por culpa de radiaciones atómicas, gozan de lo lindo exterminando al personal de la manera más cruel posible, en una sucesión de escenas ricas en hemoglobina especialmente pensadas para fans fatales del slasher, léase filmes con una trama endeble cuya gracia consiste en el progresivo brutal asesinato de una cuadrilla de incautos que van a parar, generalmente sin quererlo, por algún lúgubre paraje.
Las colinas tiene ojos, versión Aja, supera con creces a la cinta de partida, detalle poco habitual, gracias a la excepcional puesta en escena de este joven realizador que, con apenas dos películas, se ha revelado como la esperanza blanca del género. El chaval ha sabido aportar un aspecto visual actual y buen ritmo a un argumento que, a pesar de estar sumamente trillado, no aburre en absoluto y es capaz de inquietar al espectador con hábiles giros inexistentes en la obra de Craven. Los criminales mutantes son otros, pero son los mismos. Es la misma historia, pero no lo es. Da la sensación de que el renovado filme se ha concebido para que lo disfruten especialmente los amantes del clásico, al que se ha aderezado con secuencias impactantes en el tramo final, que es mejor no desvelar para no estropear el apetitoso clímax y que alguien utilice la tan de moda palabra spoiler. Participan en el reparto Emilie de Ravin, Aaron Stanford, Ted Levine, Kathleen Quinlan, Roy Joy y Vinessa Shaw, entre otros rostros sin tirón aparente. Estamos ante una propuesta por encima de la media, que pisotea la mayoría de los estrenos de terror que sufrimos últimamente, especialmente remakes innecesarios como La profecía, Terror en la niebla, La morada del miedo, etc., etc., etc.
De EL CORREO, sin cortes